OPINION

'Estoy Vivo': el valor y al mismo tiempo problema de la 'sobrenatural' nueva serie de TVE

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TVE quiere recuperar en la noche de los jueves el gran éxito de audiencias que cosechó Águila Roja, con una media de 4.153.000 de espectadores y un 21,05 por ciento de share en sus nueve temporadas de existencia. Para lograrlo, la cadena pública ha dado luz verde a una idea del mismo creador, Daniel Écija (Médico de Familia, Periodistas), máximo responsable de ficción de la emblemática productora Globomedia.

Se trata de Estoy vivo. Una historia, a medio camino entre el género policiaco y el sobrenatural, que evidencia la mano maestra de Écija como experto en diseñar producciones a la caza de la identificación de cada miembro de la familia. De hecho, la serie parte en casa de una familia de clase media, reconocible para el público. Hay una madre comprensiva, una hija rebelde, una hermana pequeña -a la que ayudar con los deberes- y también un padre que es un severo policía.

Así nace un producto que consigue dibujar tramas con las que el espectador pase por todos los estados de ánimo, equilibrando los momentos de tensión, los de humor y los de carga emocional, sin olvidar los instantes fantasiosos, dignos de un cómic futurista de los noventa, que sirven para engatusar a los más pequeños de la casa y, también, sugerir memes o parodias a los más activos en las redes sociales. Una coctelera aparentemente perfecta.

Todo comienza cuando un policía muerto es resucitado. Eso sí, en el cuerpo de otro. Al parecer, la Tierra necesita de su trabajo para acabar con un asesino en serie llamado El Carnicero. Javier Gutiérrez es el actor protagonista elegido para tal papel, un reputado actor con un perfil de tipo normal con el que es fácil identificarse y que, además, sirve como enlace entre esta nueva serie y Águila Roja, donde dio vida al querido Sátur. A su lado, la muy de moda Anna Castillo (en la piel de su hija), Alfonso Bassave (el -muy- atractivo compañero de trabajo) y Alejo Sauras, como complemento cómico-surrealista en el papel de una especie de angelillo que es el aliado desde el más allá. Casi al más puro estilo de Lina Morgan en la obra Celeste no es un color, aunque aquí no todo es comedia. Al contrario, cada elemento está medido, desde empezar a lo grande con un crimen rodado a lo CSI hasta quitar hierro a la intensidad de una secuencia con un pequeño gag o un poco de carnaza. Fuera camisetas.

Estoy vivo es un viaje entre lo emocional, lo erótico y lo cómico para que pueda ser asequible para todos los públicos. Ese es el valor y al mismo tiempo el problema de la serie: se evidencia demasiado cierta obsesión por construir un Frankenstein de conceptos y referencias a la hora de crear un producto comercial infalible, donde lo de menos es tener claro un desarrollo, una evolución y un desenlace de la historia. Lo primordial es enganchar desde el principio con un casting de variopintos personajes que se complementan entre sí y que se puedan ir moldeando en función de la evolución de la cuota de pantalla.

Écija ha regresado en estado puro. Y Estoy vivo resume la esencia de la forma con la que Globomedia ha logrado arrasar en audiencias desde Médico de Familia. Aunque, ahora, intentando adaptarse a los tiempos actuales con una iluminación amarillenta y menos plana, decorados más reales y unos espectaculares planos áreos de Madrid, que aportan nervio de trepidante serie de policías y malhechores. Otra cosa es cuando viajan al mundo paralelo de los muertos: todo el escenario (virtual) parece diseñado por los mismos que idearon hace años un impoluto anuncio de una famosa lejía.

El resultado, al menos en este primer episodio, funciona y entretiene pero no sorprende ni cuenta con ese nivel de riesgo que tanto se demanda ahora a la ficción española y más aún si viene de Globomedia, una productora que nos trajo hace poco algo tan puntero y rompedor como Vis a vis. En Estoy vivo, la sensación general vuelve a ser la de que han querido juntar varias series en una para asegurarse que, de un modo u otro, satisfará al espectador. Un espectador que, sin embargo, se desconcierta al no recibir una propuesta con intenciones contundentes, que se queda a medio camino de todos los géneros que se tocan. Por eso, más allá de su premisa, Estoy vivo tiene ahora por delante el deber de demostrar que sabe lo que cuenta y de encontrar su personalidad propia por encima del pastiche de ingredientes con el que ha sido planteada.

@borjateran

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