OPINION

14 ilusiones televisivas para el nuevo curso (que aún no ocurrirán en esta temporada)

1. Que se produzcan series que nos representen, que muestren la sociedad de hoy. Las épocas pasadas y los mundos imaginarios están muy bien, pero ¿no sería interesantísimo retratar nuestro tiempo? Lejos queda aquella edad de oro para la ficción española con producciones que hicieron un brillante retrato de la década. De Anillos de Oro, de Ana Diosdado, a Las Chicas de hoy en día, de Fernando Colomo. Ahora parece que nadie o pocos se atreven a afrontar y radiografiar el presente, a hablar de nuestro país y nuestra sociedad de hoy. Será por premisas a nuestro alrededor…

2. Que se apueste por formatos 100 por 100 españoles. Las cadenas españolas suelen esperar a comprar ideas de éxito catódico siempre que esté testado internacionalmente, cerrando las puertas a propuestas autóctonas. No son buenos tiempos para probar nuevas fórmulas, y eso que la historia de nuestra televisión evidencia que los grandes fenómenos son hechos a medida de nuestra audiencia. El Un, dos, tres u Operación Triunfo son claros ejemplos. O Tu cara me suena, en la imagen de arriba su control de realización. Toca abrir hueco a nuevas ideas made in Spain.

3. Que nos podamos acostar más pronto. El estirado prime time español es muy rentable, pero, al mismo tiempo, es contraproducente para los programas que deben rellenarse con contenidos menos relevantes para llegar hasta casi la madrugada, lo que propicia un desgaste más rápido de determinados formatos y una expulsión del espectador de la televisión tradicional.

4. Que la duración de los programas sea más honesta y empiecen a su hora exacta. Las cadenas miran sus cuentas de resultados a corto plazo, pero el futuro más próximo de la televisión obligará a programas y series a respetar con mayor responsabilidad los compromisos con el espectador: desde la hora real a la que empiezan a la duración más honesta. El espectador primará los contenidos que concilian con rutinas más saludables en una audiencia que tiene ocupaciones más allá de ver la tele.

5. Que se encienda el late night. Ajustando los horarios de las series y los programas a cánones más coherentes con el producto, se abre hueco para recuperar el late night. Lo que supone una oportunidad para programas más atrevidos, más golfos, que despierten en el espectador esa sensación de que aún queda un aliciente entretenido para despedir el día. Desde hace años, para ahorrar costes, nuestras cadenas han renunciado a lo específico de esta franja horaria repleta de posibilidades. Además, desde la televisión pública, este tipo de show noctámbulo puede ser una ventana a la cultura a través del entretenimiento.

6. Que nos sintamos orgullosos de la televisión pública. TVE debe dejar de reproducir el modelo que usaba cuando tenía publicidad para así convertirse en una alternativa de contenidos que movilice el sector audiovisual. Debe ser más innovadora y plural, lanzándose a la libertad creativa sin demasiadas cortapisas.

7. Que la música suene más allá del playback con pie de micro. Los programas musicales volverán a funcionar si se realizan como un acontecimiento en el que los artistas brillan con ayuda de la realización y puesta en escena, con actuaciones que narren una historia. La actuación de promoción al uso ha matado los espacios musicales en tiempos a los que se puede acceder a estos contenidos con sólo un clic en la red. Pero la tele puede volver a hacer interesante este género e impulsar la carrera de artistas que pasan desapercibidos para las audiencias mayoritarias.

8. Que los niños tengan programas hechos para niños y que no sólo aprendan de series de animación importadas. Pueden aprender más y mejor con contenidos que nazcan y vivan en la idiosincrasia que nos envuelve.

9. Que regrese la entrevista sin prisa. El poder de la conversación está infravalorado en televisión, la fuerza del primer plano, el tiempo para contestar pausadamente, sin recurrir a experimentos, bailes o músicas de asombro de por medio. El valor de la palabra, en definitiva, porque en nuestra cultura hay muchas personas con apasionantes e increíbles historias que contar en televisión. Y si se hace bien, la audiencia se quedará pegada frente al aparato. Ya lo está haciendo formatos como Buenafuente o, a su manera, Bertín Osborne, pero hay mucho más nicho para experimentar en este sentido: el sentido de la charla en primer plano.

10. Que se apueste por rostros nuevos. La televisión de hoy se hace sólo con cabezas de cartel que, supuestamente, facilitan el camino para el éxito. También es importante que el público descubra nuevos talentos, nuevos presentadores, nuevos colaboradores. Profesionales con talento, carisma, autenticidad y transgresión. No necesariamente políticamente correctos, que de insulsa corrección ya está nuestra tele llena. Hace falta, en resumen, un mayor y más constante recambio generacional, pues siempre parece que una minoría de nombres lo presentan todo porque las cadenas buscan que el televidente reconozca al rostro aunque, también, la televisión es descubrir.

11. Que la televisión pública, los nuevos canales de TDT y los nuevos operadores (Netflix, HBO…) empujen a la diversidad de la industria audiovisual. Que no se queden en producciones clónicas a las habituales y arriesguen para, de paso, poner las pilas a los dos grandes grupos (Mediaset y Atresmedia) e impedir que se acomoden. Busquemos lo local, lo que solo se podría producir y contar en España, lo intrínseco a nuestra forma de ser…

12. Que todos los decorados no parezcan iguales. Las escenografías en televisión han mermado su capacidad creativa para parecer todas clónicas. Las cadenas se olvidan de que una identidad diferenciada e incluso imaginativa impulsa las posibilidades de un programa de televisión. Hay vida más allá del led y el panel translucido de fondo. El decorado que envuelve cada formato es crucial para atraer al espectador. Así lo hizo Sardá con Crónicas Marcianas, huyendo del skyline típico del late night y llevándose a la audiencia a un platillo volante. O Raffaella Carrá, cuando plató su Hola Raffaella en lo alto de una azotea con vistas a Madrid que atesoraba un ascensor con un peculiar habitante en su interior. Los programas que marcan la diferencia seguirán adelantando a sus rivales.

13. Que la tele deje de querer parecerse a Internet. La red y la televisión tienen códigos, lenguajes y ritmos diferentes, y por eso suele fracasar cualquier intento de aunar ambos medios. Internet va tan rápido que cuando sus trending topics llegan a la tele, ya suenan viejos, desfasados, fuera de lugar. Lo inteligente es que la televisión incorpore el talento que cobija el universo viral pero sin competir con Internet. Al contrario, debe ofrecer al espectador contenidos que precisamente no puede encontrar en la red.

14. Y, sobre todo, que la televisión recupere la esencia de la imaginación, de la creatividad, de la sorpresa. Que resucite su capacidad para dejarnos boquiabiertos y que podamos sentarnos en el sofá sin tener la certeza de que vamos a ver más de lo mismo. Basta de programas y series cortadas por el mismo patrón de los ingredientes que salen de frías auditorías con lo que supuestamente funciona y lo que no. Que nos regale programas y series que irradien entusiasmo, curiosidad, creatividad, honestidad e imprevisibilidad.

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