OPINION

No somos iguales y la prueba está en las Olimpiadas

Una vez, estaba un amigo mío escuchando una disertación sobre la igualdad. La persona que hablaba decía que los seres humanos éramos iguales. Y entonces, mi amigo se levantó y dijo: "Perdón, no creo que seamos iguales porque a mí jamás se me ocurriría decir tal estupidez".

Fue un provocador, cierto, pero puso algunos puntos sobre las íes. La prueba es que en los Juegos Olímpicos no se premia la igualdad sino la desigualdad. Se da un premio al primero, otro al segundo y otro al tercero. ¿Y alguien se queja de ese trato desigual?

En el fútbol se premia la desigualdad: los mejores obtienen la Copa, los segundones, bueno, pues no son iguales a los primeros.

Y lo mejor de todo es que el diario más vendido de España, Marca, es un compendio de noticias sobre la desigualdad: en la Fórmula 1, en la Liga, en la ACB, en natación sincronizada... Nos gusta que ganen los nuestros porque eso demuestra que no son iguales a nosotros.

La prensa deportiva se la pasa hablando de desigualdades. Los records, las marcas, los hitos y las hazañas demuestran que hay seres humanos diferentes. Unos escalan montañas, otros corren como gamos, los hay que meten goles con fortuna, y todo eso hace feliz al lector porque es el culto a la desigualdad. ¡Qué aburrido sería si todos fuéramos iguales! No se batirían records. No habría diferencias. Nadie vería una competición porque sería muy sosa.

Es más, los lectores van como locos a pedir autógrafos a Raúl o a Ricky Rubio porque son diferentes a ellos: son de otra pasta, no son iguales a uno.

Entonces, ¿por qué duele tanto esta verdad? Cuando se habla de igualdad, se habla de igualdad de condiciones, de reglas, de justicia y hasta igualdad de punto de partida. En los Juegos Olímpicos, cuando se organiza la carrera de los 100 metros lisos, la salida es una línea perfectamente recta: si no fuera así, pensaríamos que hay tongo.

Y es recta porque las reglas tienen que ser iguales para todos. Poner las mismas reglas para todo el mundo, supone un acto de sentido común. Y al final, lo que demuestra ese método es que quien más se esfuerza, más gana.

Las mismas leyes para todos. Usaín Bolt es campeón mundial porque a unas cualidades innatas, ha unido un esfuerzo y una voluntad sobrecogedoras.

Lo mismo pensamos de las normas de Tráfico. Son iguales para todos Si alguien se ha saltado un semáforo, o corre a 200 kilómetros ya no es una persona igual a los demás: es diferente. Ha cometido infracciones. Y será multado. ¿A que nadie quiere ser igual que este desgraciado?

La Justicia es igual. Si alguien comete un crimen o roba una propiedad, será castigado. Es desigual a la mayoría. ¿Quién quiere ser como este infeliz?

La vida es una manifestación de desigualdad por todos lados. El que más trabaja, más obtiene. El que más se esfuerza, más consigue. ¿Dónde está la igualdad?

Lo que nos molesta de verdad es que no nos den las mismas oportunidades a todos, ya sean en los deportes o en la Justicia, en los créditos hipotecarios o en la cola del autobús.

No queremos ser iguales a los demás, sino que nos den las mismas oportunidades que a los demás.

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