OPINION

Marco Aldany: el rey de los pelos

Tenemos pizzerías que se llaman Gino's y que son españolas. ¿Por qué no íbamos a tener peluquerías que se llamasen Marco Aldany y que fueran también españolas?

Tras el nombre italiano de Marco Aldany hay una cadena de peluquerías que llama la atención por sus colores violeta. Yo pensaba que era una cadena italiana pero un libro escrito por Pino Bethencourt me reveló que es una cadena española. ¿Y por qué tiene ese nombre italiano? En realidad, es la contracción de tres nombres: Marcos, Alejandro y Daniel Fernández Luengo. Sus padres tenían una peluquería en el barrio de Lavapiés de Madrid.

Los hijos se dedicaron a darle vueltas a una simple idea: revolucionar la peluquería. No tener una peluquería sino una marca. Un salón de belleza con ofertas de precio, horario continuo, venta de cosméticos y encima abrir tiendas con el modelo de franquicia. "Las lunas rotas de los nuevos locales cuando llegaban por la mañana o el miedo de las empleadas cuando eran intimidades al salir por la tarde no fueron motivos suficientes para disuadirlos", escribe Bethencourt. "Estaban convencidos de que sería el mercado y no sus competidores quien acabaría dándoles la razón".

Hoy es la primera cadena de peluquerías de España. Tiene 400 salones en el mundo y más de 4.000 estilistas.

Esta historia no es la única que se encuentra en el libro "Toma las riendas", de Pino Bethencourt (Editorial Alienta). También se encuentran los inicios de Vueling, de Xelio Biometrics y de otras empresas que echaron a volar a pesar de que nadie apostaba por ellas.

Pino Bethencourt es asesora empresarial y no se ha detenido en contar historias sino en conocer si hay fórmulas detrás de ellas. Por eso, entre historia e historia, la autora analiza las actitudes de los emprendedores, la confianza, el sentido del fracaso y el control de la ansiedad.

Este no es el primer éxito de ventas de Bethencourt. Hace un par de años escribió un libro con uno de los mejores títulos con que me he topado en mi vida: "El éxito en seis cafés" (Gestión 2000). Consiste en contruir una red de relaciones personales, cómo gestionar los contactos, cultivarlos y allanar el camino del éxito.

Uno de los consejos que más me gustó es la diferencia entre cultivar y perseguir. Pone el caso de una ejecutiva americana que vino a España y se comportó siguiendo las reglas prácticas de cómo construir una red de personas influyentes. Lo hizo de forma racional pero meses después se fue de España porque había fracasado. No le hicieron caso. ¿Por qué? Porque no se mostraba preocupada por los intereses de la gente que conocía. "Tanto contacto sin contenido empezó a cansar a sus receptores", dice Bethencourt.

No consiste en contactar por contactar. Tiene que haber beneficio mutuo. Eso se llama cultivar una amistad.

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