OPINION

Cómo se gestó el caso Vigalondo

El viernes 28 de febrero por la noche leí en Twitter que el director de cine Nacho Vigalondo escribía lo siguiente: “Ahora que tengo más de cincuenta mil followers y me he tomado cuatro vinos podré decir mi mensaje: ¡El holocausto fue un montaje!”.

Seguí leyendo sus mensajes y le di la importancia que me pareció que tenían: un poco de humor que quizá molestara a algunas personas, pero humor al fin y al cabo. Era agrio, sí, pero no pensé que esos mensajes llegaran muy lejos. En Twitter se hacen comentarios que nos divierten, nos gustan, nos molestan o nos cabrean, pero que mueren ahí.

Al día siguiente, sábado, me llamo una redactora de Lainformacion.com para decirme que ése y otros comentarios de Nacho Vigalondo se habían convertido en Tema del Día (Trending Topic) en Twitter, esa red de micromensajes. “¿Lo damos?”. Tuve mis dudas pero le dije que sí porque no era la primera vez que convertíamos en noticia esos TT (Trending Topic). Si el debate agita la red, hablemos del debate. Muchos blogueros ya estaban comentando esos mensajes.

Fuimos el primer diario en recoger la polémica.

En pocas horas, la noticia se convirtió en lo más leído en la Lainformacion.com.

Envié un mensaje a Nacho por Twitter preguntándole si había tenido reacciones de El País y qué pensaba de la polémica. Nacho respondió: “En realidad es bastante inocuo. Hay gente que lo entiende al revés, pero pasa con todo, vamos”. En fin, que no había que darle la mayor importancia.

Incluimos esa opinión en el texto. Pero también incluimos otras opiniones contra Vigalondo que no habían gustado a algunos internautas. Algunas eran un poco duras y por eso lo defendí en Twitter. “En Twitter, como en el infierno de Dante, hay que decir: abandonad vuestro mal humor, vosotros que entráis en Twitter”. Y, “Nacho, quien te conoce sabe que no hay que tomarse esto en serio. Pero algunos no lo entienden”.

Algunos me atacaron por decir eso.

Conocí a Nacho Vigalondo el año pasado. Dimos un curso de comunicación en una empresa (yo era periodista free lance), y me impresionó su ingenio y su talento. Y su vida. Así lo expresé en este blog. Luego vi sus películas y sus cortos,  y me convertí en uno de sus fans.

Cuando me nombraron director de Lainformacion.com pedí que le hicieran una entrevista para que explicara a nuestros lectores cuáles eran las claves de una película. La entrevista tuvo tanto éxito que iniciamos una serie con otros directores. La más vista de esa serie sigue siendo la de Nacho.

Pero una cosa es mi opinión de Vigalondo, y otra la noticia: ésta fue adquiriendo el rango de un drama.

Dado que El País no tenía el mismo sentido del humor que Nacho Vigalondo, el diario anunció que suspendía la campaña de publicidad protagonizada por el cineasta en esos días, y al mismo tiempo supimos que el blog que Vigalondo escribía en ese diario se extinguiría en pocas horas.

Informamos de ambas cosas en nuestro diario digital,  pero algunos internautas nos criticaron por sensacionalistas. Como si nosotros hubiéramos causado todo este drama magnificándolo o cambiando el contexto.

Era una crítica injusta porque nos limitábamos a dar la explicación final de Nacho, en su propio blog, y a contar lo que estaba pasando en las redes sociales.

A esas alturas, la vida de Nacho ya era un holocausto. Ya me había escrito diciéndome que el primer artículo le estaba causando daño, pues se había sacado de quicio lo que era una broma. Yo le ofrecí que escribiera un artículo en Lainformacion explicando su postura, pero él al final dijo que era mejor dejarlo así.

Cuando Vigalondo anunció que cerraba su blog en El País, también ofrecí al director de cine continuar su blog en Lainformacion. Pero Nacho ya no contestó. Días después recogimos incluso el apoyo que la Red le estaba dando, pues aumentaba el número de blogueros y comentaristas a su favor. Fuimos el único medio en recoger estas opiniones a favor de Vigalondo.

Ese apoyo ha derivado en el manifiesto que están firmando ahora muchas personas, el cual hemos llevado a la portada del periódico. En este caso, como en los anteriores, hay opiniones a favor y en contra del manifiesto y de Vigalondo, pero nuestro deber es hablar de lo que debaten los lectores, los internautas o la calle.

Cualquier director de un medio diría que está obligado a dar los temas de actualidad. De lo que se habla. Si somos los primeros, mejor.

Toda esta polémica nos ha descubierto a muchos que Twitter no es un correo electrónico interno de persona-a-persona, sino de persona-al-mundo. Todo lo que digas puede tener consecuencias. Le pasó esta semana a David Bisbal cuando hizo un comentario sobre las pirámides: le costó una oleada de chistes que llegaron hasta los informativos de televisión. Pero el comentario de Bisbal era inocuo, la verdad.

Muchos blogueros e internautas nos acusan a los periodistas de manipular o explotar esos comentarios como el de Bisbal o Vigalondo para generar una polémica y atraer visitas. No es así. Esas polémicas habían estallado ya en las redes sociales antes de que pasara a los diarios digitales y al papel. Las redes son más rápidas que los periodistas

Los periodistas no escogemos los temas que nos gustan a nosotros, sino lo que está hablando  la gente en la calle. Basta mirar a Twitter y Faceboook para constatar que ahora esas redes son La Calle.

La Calle ahora habla por las redes. Nosotros solo seguimos su ritmo.

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