OPINION

De cómo las verduras de Túnez influyen en tu despido

El 17 de diciembre, unos policías de la ciudad de Sidi Bouzid (centro de Túnez) interceptaron el carromato de Mohamed Bouazizi y le pidieron la licencia para vender verduras en la calle. Como no la mostró, los uniformados le decomisaron el carrito y las venduras.

Bouazizi fue a una estación de gasolina, compró un litro de combustible, se acercó con él a un edificio público y derramó el líquido encima de su cuerpo. Luego, encendió una cerrilla y se quemó a lo bonzo.

Sus paisanos le llevaron a un hospital. Murió entre vendas el 4 de enero de este año. Los jóvenes tunecinos se revolvieron de rabia y se echaron a las calles. Protestaron contra el régimen del presidente Ben Ali. El presidente acabó huyendo del país lel 14 de ese mes.

Días después, esta rebelión se contagió a Egipto, Siria y Yemen, países árabes. ¿Se contagiaría también a productores de petróleo como Irán o Arabia Saudi?

Dicho y hecho. Se contagió. Irán ha sido uno de los últimos.

Los compradores internacionales de petróleo se lo olían desde hacía semanas. Pensaron que esta materia prima escasearía en el futuro, a causa de estas revoluciones, y empezaron a adquirir reservas. Es como cuando los estanqueros saben que el tabaco va a subir. Lo acaparan. No venden las partidas que habían comprado con anterioridad y esperan a que el gobierno suba el precio: entonces, lo sacan a la venta y ganan  más.

Con el petróleo a más de 100 dólares, las compañías de transportes del mundo comenzarán tarde o temprano a subir sus tarifas. Los que usan esos transportes repercutirán los precios en sus consumidores. De modo que la cesta de la compra será cada vez más cara. Es un hecho: el último IPC marca una subida interanual de 3,3%, una de las más altas. En el resto de Europa pasa algo parecido. Los combustibles.

Al ver que la inflación se está convirtiendo en una pandemia, el Banco Central Europeo subirá los tipos, que hoy están al 1%. Llegarán ¿al 2%? ¿Al 3%? Nadie lo sabe.

Pero muchos empresarios que tienen líneas de créditos abiertas con los bancos verán que se les encarece la financiación. Si el consumo no crece pero los gastos financieros sí, entonces recurrirán al despido. Más parados.

De modo que cuando Manolo o María se queden en paro dentro de un año (o menos), nunca sabrán que fue por una licencia de verduras de un triste vendedor callejero que, como Manolo y María, solo quería alimentar a su familia.

Es el lado oscuro del efecto mariposa.

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