OPINION

La destrucción del sueño islandés (II parte): pagad vuestras deudas, terroristas

geir haarde
geir haarde

Geir Haarde se preparó para pronunciar la peor frase de su historia. "Estamos al borde de la bancarrota nacional".

Para el primer ministro de un país tan rico como Islandia, esa frase era como el anuncio de que uno de sus volcanes iba a destruir la isla. Pero en este caso era un volcán financiero.

Era 6 de octubre de 2008.

Al día siguiente estalló ese volcán. Dos de los tres grandes bancos del país, el Glitnir y el Landsbanki fueron nacionalizados. Dos días después, cayó el tercero: Kaupthing también fue nacionalizado. El sistema financiero islandés estaba medio muerto.

¿Cómo era posible que este paraíso económico se hubiera hundido en tan poco tiempo?

La explicación estaba en sus atractivos tipos de interés.

Para cualquier inversor internacional, meter en dinero Islandia era un buen negocio: en 2000 y 2001 se podía obtener hasta un 10% de interés, cuando en Europa a duras penas te daban el 3%. (ver cuadro: el primero representa los tipos de interés comerciales en Islandia. El de más abajo, en España. Fuente IndexMundi).

Parecía un sistema Ponzi, como el empleado por Bernard Madoff: es decir, si alguien te ofrece mucho interés por tu dinero, es que huele a podrido. Pero cuando los inversores miraban a Islandia,  ¿quién iba a dudar de uno de los países con mejor nivel de vida del mundo? Además, estos nórdicos (pensaron muchos) son gente de palabra. La prueba definitiva era que las agencias de rating S&P, Fith y Moody's calificaban a Islandia como país ultrafiable: triple A.

Por esa misma razón, las noticias de que el crédito mundial se estaba contrayendo desde mediados de 2007 eran interpretadas por los inversores del mundo como un mal puramente americano: Estados Unidos comenzaba a sufrir los excesos de sus ciudadanos. Eran ellos, no nosotros. La prensa mundial se divertía un montón con esa palabra inglesa llamada subprime para denominar las hipotecas basura.

Además, la subprime tenía una explicación tan sencilla...

Los tipos de interés habían comenzado a subir en EEUU en 2004. A partir de entonces, y como un goteo infernal, millones de familias norteamericanas de poca solvencia devolvieron las llaves de sus casas porque no podían pagar las cuotas. Eran los ninjas, no job, no income, no assets. Habían obtenido créditos fáciles para comprar sus casas, y ahora se veían sin dinero para seguir pagando. Las empresas hipotecarias que habían servido de intermediarias, se colapsaron. Los fondos que habían invertido en esas hipotecas, se hundieron. Los bancos que habían realizado esos préstamos, se ahogaron. Y los grandes bancos de inversión que habían extendido esa basura financiera por el mundo, no eran capaces de devolver el dinero.

Pero la idea general que recorría el planeta era que ese problema se limitaba a EEUU.

Sin embargo, a partir del momento en ya no era tan fácil obtener crédito en el mercado mundial, dejaba de ser un problema yanqui. Los países que vivían del crédito internacional permanente (Islandia y España, por ejemplo), empezaron a sufrir la recesión.

"En lo que va de año", decía un artículo de El Mundo en abril de 2008, "la corona se ha depreciado un 27% frente al euro". Era un artículo dedicado exclusivamente a analizar el caos que se cernía sobre Islandia.

Y entonces, algo peor sucedió en EEUU: el banco norteamericano de inversión Lehman Brothers entró en bancarrota en septiembre cuando nadie acudió a su rescate.

Las fichas de dominó no tardaron en empujarse unas a otras.

Los inversores internacionales -fondos, particulares o banqueros-, fueron exigiendo sus capitales por todo el planeta para evitar su propia ruina. En su caso, los británicos y holandeses miraron a los bancos islandeses y les dijeron: ¿os importaría devolvernos nuestro dinero? Los bancos islandeses lo habían prestado casi todo a miles de islandeses como Jon Asteir Johanneson, dueño del emporio Baugur: la realidad es que los bancos apenas tenían dinero en la caja. Eso en argot financiero se llama bancarrota.

Pero sí había alguien que podía ayudar a los bancos de Islandia: el gobierno de Islandia. Salió al rescate de sus bancos. Los nacionalizó, mejor dicho, los re-nacionalizó. Kaupthing, Landsbanki y Glitnir pasaron de manos privadas a públicas. Era la única forma de asegurar los depósitos.

Pero esto no fue suficiente: los británicos exigían su dinero. Y al ver que los islandeses no pagaban sus deudas a tiempo, el primer ministro británico Gordon Brown les amenazó nada menos que con una ley antiterrorista. Eso sucedió el 7 de octubre de 2008. Los islandeses no olvidarán ese día porque aquello precipitó aun más el caos de esa pequeña isla volcánica.  ¿Los islandeses? ¿Terroristas?

En pocas palabras, : o pagaban, o lo iban a pasar muy mal.

Como no podían pagar, las cosas empeoraron aun más. Las agencias de rating, que en septiembre todavía calificaban la deuda como A, rebajaron en octubre la fiabilidad de Islandia a B negativo: bono basura.

La corona islandesa se desplomó. Debido a ello, los inmensos compromisos que había contraído este país en años anteriores, se hicieron más onerosos porque ahora necesitaba más coronas para comprar lo mismo. En pocos días, el valor de la Bolsa cayó un 90%.

Ese mismo mes de octubre, los gritos de socorro de Islandia se dejaron escuchar en el Fondo  Monetario Internacional que aprobó un préstamo de 2.100 millones de dólares. Apiadados de sus amigos islandeses (eran sangre de su sangre), Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia añadieron 2.100 millones de dólares adicionales (Es curioso que hoy haya gente en Finlandia que ponga en duda a los europeos del sur pero hace tres años los finlandeses salieron al rescate de sus compañeros del norte sin quejarse).

En enero de 2009 el jefe de gobierno, Geir Haarde, y todo su gabinete dimitieron. Para esas fechas, el Banco Central ya había subido los tipos de interés del 12 al 18% para que la moneda no se siguiera hundiendo.

Desde entonces, los islandeses se encuentran con una marea de deudas que no saben cuándo pagarán, y con una economía que, a escala internacional, ha perdido su credibilidad. ¿Es que las cosas podían salir peor?

Según la ley de Murphy, sí.

Hace pocas semanas, un suceso asustó a las agencias de rating, que inmediatamente pusieron la deuda soberana de Islandia en observación negativa. Todavía peor.

¿Qué había pasado para que las agencias de calificación ya no se fiaran un pelo de Islandia?

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(Próxima y última parte: Ice Age, regreso a la edad de hielo)

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