OPINION

La increíble y triste historia del cándido presidente y su tropa desalmada

Me contaron esta historia hace poco:

Había un grupo empresarial español que abarcaba varias industrias. Turismo, alimentación, construcción... Estaba dirigido por un grupo de ejecutivos muy entusiastas, presididos por un hombre visionario y bondadoso. Habían logrado ampliar la plantilla y expandir el negocio. Les iba bastante bien.

En 2007, la división de construcción empezó a mostrar signos de agotamiento. Disminuyeron las obras y bajó el ritmo de actividad. Pero el presidente afirmó que era algo pasajero.

A principios de 2008, la actividad internacional comenzó a sufrir algún bajón. En la junta de accionistas de 2008, el presidente ejecutivo afirmó que el grupo de empresas iba viento en popa, que se iba a crear más empleo, y que la empresa se estaba situando en la Champions League de su sector. Eran ya envidiados por muchos competidores internacionales, añadió.

Tras la caída de la casa Lehman en septiembre de 2008, la empresa sufrió una contracción de las ventas en casi todos los departamentos: turismo, construcción, alimentación... Tampoco era fácil conseguir financiación interior y exterior.

A lo largo de 2009, la caída de la actividad era más notable. Sin embargo, tanto el presidente ejecutivo como su equipo más cercano, pensaban que esta crisis era momentánea, que en realidad no había crisis.  En un encuentro con famosos economistas, durante el cual le alertaron de que se avecinaba un tsunami financiero, el presidente comentó: "Es que no os enteráis".

No se acometió ningún plan de ahorro de costes, los sueldos incluso se incrementaron y la deuda de la empresa comenzó a dispararse. Es más su equipo directivo, siguió aplaudiéndole, a pesar de que estaban tomando la dirección equivocada.

A lo largo de los meses siguientes, la situación financiera de la empresa era incomprensible: como caían los ingresos y no se realizaban recortes de gastos, las pérdidas se comieron el valor de la empresa. Poco a poco, su valor en bolsa se fue derrumbando.

Sin embargo, el presidente ejecutivo insistía en que su grupo empresarial estaba mejor preparado que otros para afrontar esa, llamémosle, crisis. Lo decía como si la crisis fuera un invento de la prensa o de las compañías competidoras. Y los demás directivos (financiero, marketing, producción, internacional...) apenas levantaban la voz. Era un líder visionario y convincente.

Ya en 2010, algunas empresas competidoras que habían actuado de forma parecida, comenzaron a hundirse. Los bancos estaban asustados porque temían que eso se convirtiera en una enfermedad.

Llegó un momento en que era cada vez más difícil obtener préstamos bancarios, o simplemente ampliaciones de capital, o cualquier inyección de fondos. Fue en ese momento, en el segundo trimestre de 2010, cuando el presidente se dio cuenta de que la empresa se estaba quedando sin dinero. Los bancos o los inversores en Bolsa no querían seguir financiando una compañía que tenía un ritmo de gastos propios de Herodes.

Así que el presidente anunció que iba a recortar los sueldos, se paralizaban las obras en nuevas fábricas, se eliminaban algunas ayudas a los empleados como cheques por nacimiento de hijos, se suspendían nuevas contrataciones... Pero ya era un poco tarde porque los bancos no se fiaban. Aquella empresa les debía mucho dinero. ¿Cómo iba a pagarles? Querían más signos de austeridad.

La empresa no solo siguió perdiendo dinero sino que perdió la confianza en los prestamistas nacionales e internacionales. El presidente se resistía a dimitir, y su equipo maniobró para mantenerse en sus puestos. Entre los accionistas pequeños, medianos y grandes comenzó a correr la voz de que había que sustituirles, pero el presidente y su tropa, manifestaron que eran conspiraciones, que había gente que quería su puesto pero no tenían un plan, y que ellos no tenían la culpa de lo que estaba pasando, porque la coyuntura económica internacional era desastrosa.

Por fin, se convocó una junta extraordinaria de accionistas. En la sala, las protestas fueron elevándose de tono, y no hubo forma de aprobar aquella gestión. Poco después, aquel presidente ejecutivo y sus directivos fueron relevados.

Lo peor es que, al tener contratos blindados, la mayoría de ellos cobrarán una buena indemnización. Y el presidente tendrá una pensión de por vida.

La empresa acabó despidiendo a una buena parte de la plantilla, que ahora están en el paro.  Muchos de ellos podrían haber salvado sus puestos, si la empresa hubiera empezado a recortar otros gastos en 2007. Si se hubiese preparado cuando sonaron las primeras alarmas.

Lo peor es que ahora no se sabe si la empresa va quebrar. Está, se dice, a punto de entrar en concurso de acreedores, es decir, la antigua suspensión de pagos. Tiene un montón de facturas sin pagar, y se le están acumulando muchas más. Los acreedores llaman a la puerta.

Pues esta es la historia de un cándido presidente, que no vio la crisis de su empresa ni fue capaz de tomar decisiones, y la historia de su tropa desalmada, que le aplaudió hasta el último momento. Me recordó el cuento de García Márquez, "La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada".

No ha habido castigo, porque ahora están disfrutando de unas pensiones e indemnizaciones que nunca tendrán los miles de empleados de la empresa.

No me acuerdo bien cómo sel llamaba la empresa. Pero sí creo haberme quedado con los nombres de pila de sus ejecutivos: José Luis, Alfredo, Manuel, Mari Tere, Pepito (o algo así), Carmen, Leyre...

(Mi Twitter para los que descubren significados ocultos:

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