OPINION

Ah, infieles, ya no creéis en el euro

Hace diez años, cuando entró en vigor el euro, empezamos a tomarle el gusto a eso de tener una moneda compartida con alemanes y franceses, con italianos y griegos. Ah, qué bella esta Unión Europea, decíamos. Ibas al cajero de tu casa, sacabas pasta y ya no tenías que cambiar a dracmas, a liras o  marcos si querías darte un garbeo por Europa.

Los empresarios estaban felices. Ya no tenían que asegurar sus mercancías contra las fluctuaciones de divisas. Ya no había fronteras monetarias.

Bueno, con los ingleses sí pero... Eran ingleses.

Fue un lustro prodigioso.

Pero ahora todas esas ventajas parecen haberse esfumado. Si uno pega la oreja a la conversación de los bares, escuchará que el euro es una caca, nunca debimos entrar, los alemanes nos dan órdenes, nada como la peseta libertaria, en fin, solo ha faltado decir que estas cosas no pasaban con Franco.

Caray, qué poca resistencia al dolor. Parecemos una de esas aficiones que no tienen fe en su equipo.

El euro era uno de los pasos necesarios para construir Europa. ¿Europa? Pues sí, esa cosa que usamos para ganar estatura y competir en el juego del baloncesto mundial. Lo necesitamos para que los americanos y los asiáticos no nos hagan tapones. Tenemos que ser tan altos como ellos. Ser un equipo.

EEUU tiene una moneda, un mercado, unas leyes y un idioma para 300 millones de habitantes.

China tiene un mercado, unas leyes y un sistema para 1.300 millones. India lo mismo para más de 1.000 millones. Brasil para casi 200 millones.

Y nosotros teníamos antes de este invento llamado Unión Europea un par de guerritas mundiales solo por hablar del pasado siglo. Peleas, peleas y más peleas. El país más grande era Alemania, con 80 millones de habitantes. ¿Lo repito? Menos habitantes que México, por cierto, otra superpotencia.

Supongamos que los que ahora formamos el euro, que somos 17, estuviéramos jugando cada uno en su liga. Serian 17 mercados, con sus fronteras tan hermosas, 17 monedas, 17 tipos de leyes... Una pelea de gallos.

La verdad es que buena parte de esas trabas persisten: hay muchas diferencias entre los 17 países de la Eurozona. Eso sin contar las diferencias con los 27 de la Unión Europea. Y los que llaman a la puerta.

Pero, ¿alguien tiene una idea mejor para unir a los europeos? Esta es una prueba dura. Peor que un ironman. Hemos superado la maratón, la prueba ciclista y ahora nos queda la natación. Estamos exhaustos. Pero cuando la pasemos, ya podremos enseñar músculo a los yanquis, a los chinos y a los indios: ¿Quién dijo fracaso?

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