OPINION

Parábola de los españoles 'boludos' que explotaron a los argentinos 'buenos'

nueve reinas
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En una visita que hizo un presidente sudamericano a España, se reunió con un grupo de los mejores empresarios españoles y les dijo. "Estoy aquí para recuperar todo lo que nos han robado los españoles". 

Los empresarios españoles se miraron a la cara. ¿Robado?

La mujer de ese presidente es ahora la Gran Jefa de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. Hace poco amenazó con nacionalizar Repsol. La acusa de no invertir lo suficiente, de llevarse todo el petróleo, de expatriar dividendos. Según un artículo titulado 'El general invierno',  la publicación Página 12, próxima al gobierno, decía este domingo que "antes de que llegue el frío ( 21 de junio, el invierno austral) el Gobierno argentino se propone retomar el control de YPF".

¿Cómo llegó Repsol a YPF? Se hizo así: en 1999 Repsol pagó oficialmente 9.000 millones de dólares al estado que presidía el eximio Carlos Menem. Esa fue la cifra oficial. Pero en comisiones, pagos ocultos, corrupciones, y transferencias a cuentas extranjeras se pagaron cientos de millones adicionales, según me confesó una persona que estuvo tan cerca de la operación que casi olió los billetes. Fue una de las mayores operaciones de corrupción organizadas a escala nacional. ¿Escandaloso? Lo normal.

Argentina es un país donde en el mundo de los negocios casi todo el mundo engaña, miente, exagera y extorsiona. La película Nueve Reinas es la quintaesencia de la forma argentina de hacer negocios. Yo te estafo, tú me estafas, él nos estafa, nosotros nos estafamos... Y así.

A pesar de esa mala fama, muchas empresas españolas invirtieron millones de euros en Argentina. Unas se quedaron. Otras se fueron con el rabo entre las piernas mientras los argentinos se mofaban de 'estos gallegos boludos'. La semana pasada estuve hablando con un editor español. Hizo varias inversiones, gastó millones y se largó. "Se  rieron de mí", me confesó desolado.

Los argentinos se ríen de los gallegos pues en la emigración de fines del siglo XIX y de buena parte del XX, llegaron oleadas de gallegos o asturianos, con un petate lleno de analfabetismo. Pero fueron esos emigrantes los que aportaron más riqueza de la que recibieron, y además se sienten muy agradecidos. No conozco a ningún boludo inmigrante español a América Latina que se sienta desgraciado o desagradecido. Aman a esas tierras.

Nunca me canso de repetir que la emigración española fue industriosa. A escala mundial, los italianos exportaron la mafia; los kosovares, la trata de blancas; los rusos, la explotación de redes de criminales; los búlgaros, el matonismo... Pero los españoles, esos analfabetos boludos, llevaron sus manos llenas callos para ayudar a levantar muchos países.

Cuando llegó la oleada de expatriados españoles de Telefónica, Mapfre, Endesa y otras en los años noventa, ya no iban con petates sino con talonarios. Hicieron inversiones monstruosas y modernizaron Argentina. En algunas cosas metieron la pata, es verdad, pues se pasaron de soberbios.

Pongo un ejemplo: Telefónica envió a dirigir muchas operaciones en Argentina a ejecutivos de provincia bastante ignorantes y que no habían salido ni de su aldea. Y esos ejecutivos de pacotilla se pavoneaban con sus talonarios ante profesionales porteños que se habían educado en Harvard y hablaban inglés a la perfección. Y nuestro ejecutivo hablaba a la perfección español y valenciano, bueno, mejor valenciano que lo otro.

Admitido eso, el trabajo que hicieron los técnicos españoles allí fue extraordinario.

Cuando Telefónica desembarcó en Argentina, Buenos Aires era famosa por la cantidad de cables de teléfono que colgaban de los postes a las casas. Parecía una fiesta de lombrices volantes. Desde que uno pedía línea telefónica hasta que se la concedían pasaban dos años de lista de espera y había que pagar hasta 5.000 dólares. Razón por la cual, los pisos se anunciaban con dos precios: con o sin teléfono.

Los técnicos de Telefónica limpiaron el cielo de Buenos Aires soterrando las líneas, y redujeron el tiempo de espera a pocas semanas. Inundaron la ciudad de eficientes cabinas telefónicas y pusieron un servicio de primer mundo. Detrás de Telefónica llegaron bancos como el BBVA, que introdujo las modernas técnicas bancarias en un país que hacía cola en los bancos para pagar la luz. Lo inundó de cajeros. Hizo la vida más fácil.

Mapfre en seguros, Endesa en electricidad, la lista de empresas españolas que inundó de dinero y de modernidad el país no tiene fin. Y siguen confiando en aquel país más que los propios argentinos.

Parece que no ha servido para nada porque los argentinos siguen pensando que los españoles les cambian espejitos por oro (como a los indios en la Colonización desde Pedro de Mendoza), y ellos tienen que arrebatarles  'lo que es suyo'. Y ahora piensan que Repsol les ha expoliado su riqueza nacional.

Que Repsol sea española no significa que la vayamos a defender con los ojos cerrados. Hace años un ejecutivo de Repsol me confesó que los royalties que las multinacionales de energía se llevaban de Bolivia eran 'inmorales'. Incluía a las españolas. Por eso estoy prevenido. Repsol tendrá que dar explicaciones muy detalladas de cuánto gasta, cuánto saca y cómo gestiona su filial argentina.

Pero también estoy vacunado contra el patriotismo argentino. El complejo del 'conquistador que cambiaba espejitos por oro' ya ha pasado. Fue hace 500 años. El corralito que hundió a Argentina en el desastre en 2001 no fue culpa de Repsol, ni de los conquistadores ni de sus tataranietos. Fue culpa de los argentinos, que no creían ni en su gobierno, ni en sí mismos. Fue culpa de ellos solamente.

Y temo que si Argentina sigue padeciendo problemas económicos y energéticos no es por culpa de los boludos gallegos sino por el fascinante ingenio argentino nunca bien apreciado por la humanidad,  el resto de la galaxia y constelaciones adyacentes.

(Hoy Repsol tiene el 58% de YPF. El 25% lo tiene el Grupo Petersen, de Enrique Esquenazi, y el resto está en Bolsa)

@ojomagico

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