OPINION

En qué acertó y en qué se equivocó Nelson Mandela

mandela con de klerk
mandela con de klerk

Varios periodistas estábamos en el búnker de Davos en invierno de 1992, durante los famosos World Economic Forum donde empresarios y políticos proyectan todos los años el futuro de la humanidad.

"Mandela está en la sala X", gritó alguien. Abandonamos la sala de Bill Gates y corrimos a verle. Cuando llegué, solo había una docena de periodistas. Rodeamos a este gigante y nos estuvo hablando sobre sus planes para Sudáfrica.

El Congreso Nacional Africano tenía en su programa la idea de nacionalizar las empresas de los blancos. Mandela  admiraba el comunismo, a Marx y a Lenin. ¿Eran esos sus planes?

Mandela sonrió y dijo que naranjas de la China. Quería la reconciliación, atraer inversiones y hacer una Sudáfrica más próspera.

Lo mismo dijo minutos después ante centenares de empresarios, inversores, políticos y banqueros. Estrechó ahí delante de todos la mano de Frederik De Klerk, presidente de Sudáfrica. Blanco.

Mandela incluso pidió que cesaran las sanciones económicas a su país. Fue un encuentro histórico, con foto histórica.

Sucedía que era el país más desarrollado del continente africano junto con Israel. El más industrializado pues hasta tenía fábricas de aviones. El que tenía más carreteras, autopistas, líneas eléctricas, teléfonos.... Envidiable salvo por un detalle.

De los 20 millones de habitantes, 15 millones estaban segregados por las leyes raciales. La inmensa mayoría, vamos.

Algo tenía que pasar. Y pasó. Un representante de esa mayoría al final tomó el poder. Mandela. La duda que muchos teníamos era: ¿pasará como otros países africanos? ¿La llegada al poder de las mayorías locales derivaría en el caos económico, administrativo y político? ¿Acabarían echando de menos a los blancos?

Mandela acertó: no desmontó lo que funcionaba bien, pero dio poder a la mayoría negra. El resultado es que Sudáfrica no se convirtió en Zimbabue. Es actualmente la economía más poderosa de todo ese continente.

Pero la tarea se quedó a medias: la delincuencia se desmadró. Ciudad del Cabo, Durban y Nelson Mandela Bay se han convertido en unas de las capitales del mundo con mayor índice de asesinatos. La población negra sigue sufriendo una alta tasa de desempleo: un 40%. Existen bolsas de pobreza pues los famosos townships no han sido erradicados. Y los negros se llevan la peor parte en los trabajos: malos y mal pagados.

Mandela no supo enderezar eso en sus años de presidente (hasta 1999) ni como el hombre con más carisma de Africa.

The Economist publicó al día siguiente de la muerte de Mandela un número especial. Al estar más cerca de la realidad sudafricana que los medios españoles, ha hecho un análisis menos apasionado: "Un héroe, no un santo", titula su artículo interior.

Desde que Mandela fue elegido presidente en 1994, la curva de los salarios ha subido como un cohete para los blancos. Notablemente para los indios. Moderadamente para los mestizos. Y casi nada para los negros.

Un sudafricano de raza negra comentaba para un medio español que vivía mejor en el apartheid porque tenía empleo, y el país era más seguro. Ahora estaba en paro, tenía miedo a salir por la calle, pero, claro, podía votar.

En cuanto a la lucha contra el SIDA, los analistas no se explican por qué Mandela no se lo ha tomado en serio. Es la enfermedad que causa más estragos en ese continente. Es el continente más castigado por esa enfermedad.

Rodeados de escándalos, los políticos del Congreso Nacional Africano ganan porque los negros son la inmensa mayoría, pero cada vez les quieren menos. Se habla ya de que es hora de que venga el primer presidente blanco en la era del CNA

Sin embargo, pienso que podría ser peor. A diferencia  de Hugo Chávez, Mandela  no dividió el país. No creó odio de clases ni de razas, sino que intentó unirlas. Usó el deporte como el gran imán, desde el fútbol al rugby. El país no se ha hundido económicamente como Venezuela o Zimbabue.

Y eso que Mandela estuvo más años en la cárcel que Hugo Chávez, y que al salir, podía haber incendiado al país con una sola palabra de rabia.

Creo que era la persona más adecuada para liderar el cambio en Sudáfrica.

Confieso que Mandela me impresionó n Davos. Un hombre que se había pasado encerrado en varias cárceles desde 1962 no tenía un gramo de amargura. No quería vengarse. No hablaba con rabia. Parecía haber despertado de una dulce siesta. Sonreía con franqueza y despedía un enorme calor humano. Nos derritió.

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