OPINION

¿En qué se parece Rodrigo Rato a Iker Casillas?

rato rodrigo
rato rodrigo

Cuando el PP ganó las elecciones por primera vez en la historia en 1996, la economía española estaba casi en la UVI. Endeudada, con un gran déficit público y un paro de miedo.

Fue entonces cuando Rodrigo Rato y su equipo empezaron a viajar a Bruselas  para decir que España quería entrar en el euro, la moneda que se estaba fraguando.

¿España? ¿En el euro? Jua, jua...

Ningún país podía entrar si tenía un déficit superior al 3%. El de España era del 7%. Era como cuando España se presentaba en los grandes torneos de fútbol y todos sabían que no iba a pasar de cuartos de final. Olvidadlo, chicos, les dijeron.

Dos años después, en enero de 1998, Rato era uno de los invitados de honor en las reuniones económicas de Davos, Suiza. ¿Qué había pasado?

Pues que en un tiempo récord, España estaba saneando sus cuentas y se iba a meter de cabeza en al grupo de privilegiados de la moneda europea. Me acuerdo de haber escuchado a Rato en Davos, que empezó a hablar en inglés, y que les dejó pasmados. ¿El déficit? Pues en 1997 iba a ser del 2,8% pero no: sería incluso más bajo.

España, a pesar de la crisis asiática, estaba creciendo más de lo esperado que era del 3,2%. Todos aplaudieron. Ouh, yeah.

Hay que reconocerlo: Rato ha sido uno de los mejores ministros de Economía de este país. Le dio un vuelco a la situación y lo hizo en tiempo récord. Bajaron los impuestos, bajaron las tarifas, bajaron las hipotecas. Gracias a él y a su equipo: Cristóbal Montoro, Juan Costa, José Folgado, José Manuel Fernández Norniella...

Me acuerdo de estar paseando por París en 1999 y ver que en los kioscos las portadas de la prensa francesa donde hablaban de Le miracle espagnol. Lo mismo podía leerse en Italia con Il Miracolo Spagnolo, o en Alemania con Spanien Wunderwirschaft. Daba gusto. Uno se sentía como cuando la selección española ganaba una copa tras otra. ¿Casillas? Claro, hombre, amiguete mío de toda la vida.

Cuando el PP perdió las elecciones en 2004, la economía iba a tal velocidad, que Zapatero no tocó los mandos. Ni siquiera aquellos que mostraban una señal de peligro: el endeudamiento. El país siguió creciendo a ritmos repidantes.

Con ese pedigrí tan bueno, no era de extrañar que Rato fuera llamado a dirigir el Fondo Monetario Internacional. Más alto no podía llegar.

Rato era además un hombre con suerte. Cuando las nubes de la crisis iban a descargar su furia sobre el planeta, Rato abandonó el FMI. El chaparrón no le cayó a él sino a su sucesor, Dominique Strauss-Kahn.

Total, que Rato podía pegarse la gran vida, porque entre una cosa y otra le habían quedado unas pensiones muy generosas. Pero prefirió dedicarse a la empresa privada, entrando de asesor en el Santander y en Lazard.

Hasta que en 201o tomó una decisión de la que se arrepentirá toda su vida. Presidir Caja Madrid. Se lo había pedido expresamente Mariano Rajoy, presidente del PP, el partido que gobernaba en la comunidad madrileña.

Mucha gente pensó que Rato iba a poner orden en aquella jaula de grillos, pero meses después se formó el engendro de Caja Madrid, Bancaja y otras cinco cajas en estado de coma, para crear Bankia. Aquello empezaba a oler mal. Una tras una las cajas se habían mostrado como auténticas trampas ratoneras, pues no habían existido controles en la concesión de créditos. Los políticos habían hecho con ellas lo que les había dado la gana.

"Cuando vimos lo que tenía Bancaja, nos asustamos", comenta una persona que estuvo trabajando con Rato en esa época. Bancaja era un auténtico agujero. Tenía millones de euros enterrados en secarrales y promociones en Valencia que no valían nada. Y ahora se los estaba tragando Caja Madrid, o sea, Bankia.

Para amortiguar un poco el daño, Bankia decidió salir a Bolsa a mediados de 2011 y captar dinero. Era una forma de sanear las cuentas. Es la foto que están dando ahora todos los medios: Rato con los pulgares en alto y feliz. La acción salió a 3,75 euros.

Pero tenía tanto 'ladrillo inútil' que muchos analistas dudaron que fuera un negocio. La acción se fue derrumbando a medida que aparecían informes sobre Bankia. En mayo de 2012 Rato dimitió. Salió por la puerta de atrás. Dos días después el Estado la nacionalizó. Para sostener Bankia hacían falta 23.500 millones de euros.

En julio de 2012, las escandalosas ayudas a Bankia eran la razón por las que todo el mundo hablaba de 'rescate a España'. El milagro español, era el bluff español.

Fue más o menos por esas fechas cuando el fiscal del Estado decidió abrir un proceso a los directivos de Bankia que habían causado tal quebranto.

Luego, empezó el escándalo de las preferentes: miles de pequeños cuentacorrentistas e inversores habían comprado esos productos financieros que ya no valían nada. La acción estaba en 1,36, la mitad del precio de salida. Luego, céntimos.

Desde entonces, la imagen de Rato ha ido en caída libre. De héroe aplaudido en los foros internacionales, a la persona silbada y pitada en público. Como Casillas cuando juega ahora en el Santiago Bernabeu y le meten un gol.

¿Podía ir peor? Sí.

Hace dos semanas estalló el caso de las tarjetas opacas. Rato, a pesar de que tenía que dar ejemplo y sanear la antigua caja, se adjudicó una tarjeta libre de control de Hacienda para pagarse sus caprichos hasta el último momento: casi 100.000 euros. La usó cuando Bankia hacía aguas por todas partes, con clientes y accionistas arruinados.

Esa noticia fulminó el poco prestigio que le quedaba. Si es que le quedaba.

¿Cómo es posible que una persona que logró impulsar la economía de este país a niveles inimaginables se haya dejado corromper tan fácilmente?

Por lo menos, Iker Casillas sigue siendo recordado como uno de los mejores porteros de la historia. Haga lo que haga.

Pero nadie se acordará de las hazañas que hizo Rato cuando fue vicepresidente y ministro de Economía.

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