OPINION

España, uno de los países más endeudados del planeta (y con mayor riesgo)

deudamundial
deudamundial

La consultora norteamericana McKinsey ha publicado el último informe sobre la deuda en el mundo: nada menos que 200 billones de dólares. Se refiere a toda la deuda; pública y privada, de estados, particulares y empresas. ¿Y eso es mucho?

Un prestamista dirá que lo importante no es la deuda que tienes sino si la puedes pagar. Esa es la clave.

España es uno de los países más endeudados del planeta en relación a su riqueza: equivale al 320% de nuestra riqueza, y solo tenemos por delante a los griegos, a los holandeses, a los belgas, a los portugueses, a los irlandeses, a los singapurenses y a los japoneses.

Pero claro, no es lo mismo la deuda de un país pequeñito como Dinamarca (con la misma deuda en porcentaje del PIB que nosotros), que la de un país de tamaño medio como España.

Si lo vemos en relación a la cantidad en dólares, en Dinamarca deben en total 750.000 millones de dólares: entre todos españoles debemos unos 3,2 billones de dólares, o sea cuatro veces más. España es además el sexto país del mundo donde más ha crecido la deuda desde 2007: más de un 70%.

Si embargo, ¿por qué los griegos asustan ahora tanto, y los españoles y daneses menos? Porque nosotros y los daneses damos la impresión de que la vamos a pagar. Es una cuestión de fama. Los mercados se fían de ti y te prestan más dinero si creen que vas a devolverles su dinero. En caso contrario, se retiran y entonces se acaba tu soberanía económica, no eres independientes y tienes que arrodillarte.

Pero aún así no es una buena noticia para España tener esa cantidad tan enorme de deuda.

¿Por qué nos hemos endeudado tanto?

Hasta 2007, la economía creció tanto que el estado recogía una enorme cantidad de dinero en impuestos y no tenía necesidad de endeudarse para pagar los gastos públicos. Había superávit. Ganaba mas de lo que gastaba. La deuda pública (sólo la pública) bajó al 35% del Producto Interior Bruto.

Pero los economistas, que miran detrás de las bambalinas, se dieron cuenta de que la deuda de los particulares y de las empresas se había disparado a más de dos billones de euros. Las familias pedían créditos para comprar casas o lo que fuera, y las empresas se lanzaban a promover enormes proyectos inmobiliarios apoyadas por los bancos y las cajas de ahorro.

¿De dónde venía ese dinero? Como el ahorro interior no podía satisfacer ese hambre de dinero, hubo que pedirlo al exterior, razón por la cual España estaba endeudada hasta las cejas con los bancos extranjeros.

Cuando estalló la crisis en 2008, la confianza se agotó y todos los prestamistas empezaron a hacer cola para cobrar su dinero. En como si cayeran las fichas de dominó hacia atrás. Los bancos extranjeros dejan de prestar a los españoles, los bancos españoles dejan de prestar a empresas y particulares, las empresas no crecen y echan a trabajadores, y los trabajadores no pueden pagar la hipoteca porque están en paro.

Pagar esa enorme cantidad de dinero que debían los españoles y dejarla en niveles razonables va a tardar algunos años todavía, a pesar de la recuperación económica. Según McKinsey ese es el mayor riesgo de España. La recuperación es lo único que está haciendo creer a nuestros prestamistas -mercados, banca mundial o fondos-, que España pagará sus deudas.

Lo que ha pasado es que se han invertido los vientos: empresas y familias están pagando poco a poco sus deudas y rebajándola como sea (las empresas, con despidos;  y las familias consumiendo menos). Y el Estado ha incrementado la suya porque no obtiene suficiente de los impuestos. Espera obtenerlos de la reactivación económica, recolectando impuestos a medida que gastemos más y produzcamos más.

Por eso es tan importante para este gobierno que las cosas sigan como están desde el punto de vista económico. Si por cualquier circunstancia -como un cataclismo inesperado (el llamado cisne negro)-, se opera un cambio radical de política económica (si llegase otro partido al poder), los prestamistas desconfiarían de España y dejarían de darle dinero.

Pero esa lógica tiene algo de diabólico: para que los prestamistas te sigan prestando, tienes que aplicar políticas de ajustes, y esas políticas atornillan a la población de tal modo, que se vuelve radical y vota a partidos que le prometan acabar con ese suplicio. Pero si España se niega a pagar, el prestamista no te sigue prestando y te exige que le pagues lo que debes. Es, por decirlo de algún modo, el efecto Shylock, el prestamista de la obra de Shakespeare que desea cobrarse hasta con una libra de carne las deudas de un infeliz.

Muchos dirán que es lo que hay, que es necesario pagar, que hay que aceptar los recortes y los ajustes. El problema es que esas políticas hacen a la clase media, más pobre, y a las clases con menos recursos las expulsan del sistema social. Las marginan.

¿Hay alguna forma de arreglar este embrollo sin que tengan que sufrir los más débiles? Eso es lo que pretende hacer Syriza en Grecia, un claro campo de pruebas para saber cómo se comporta ese equilibrio entre deuda, ajustes y sufrimiento popular.

El gran problema de la deuda, como lo vio el ministro socialista Göran Persson en los años 90, es que te quita soberanía: más debes, menos decides por ti mismo. McKinsey pone a los suecos como ejemplo histórico porque pasaron de deber hasta la camisa, a reducirlo a niveles sin peligro. Fue gracias a Persson.

Moraleja: la economía es como la fábula de la cigarra y la hormiga. Escoge.

(Esta información de McKinsey me llegó vía Gustavo Rivero (Linkedin.com/in/griverog).

Seguir a @ojomagico

Mostrar comentarios