OPINION

¿Hasta qué punto podemos prevenir un accidente como el de Germanwings?

germanwings
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Conozco a una persona que cuando va a subir a un tren o al metro, escoge los vagones del centro porque ahí es donde, probabilísticamente, se salvan más personas en caso de accidente. Otros prefieren sentarse en la parte trasera de los aviones porque, estadísticamente, hay se salvan más vidas en caso de accidente.

Conozco a otro que, cuando se detiene en un paso de peatones, se sitúa un par de metros atrás porque sabe que existe un pequeño riesgo, pero existe, de que un coche pierda el control y le atropelle.

Hay personas que se ponen detrás de las marquesinas en las paradas de autobús porque han leído muchas noticias sobre coches o autobuses que se estrellan cuando a alguien le da un infarto.

Una de las personas que más fortuna ha hecho en su vida usando la ley de las probabilidades es Gonzalo García Pelayo: ha reventado casinos de todo el mundo adivinando irregularidades probabilísticas en las ruletas. Se ha hecho una película de su vida.

El mundo está lleno de riesgos. Hay riesgos que son predecibles, como sufrír un accidente de coche, o un accidente doméstico, por lo cual contratamos seguros con compañías.

Para protegernos de esos accidentes, pagamos a esas compañías unas primas calculadas en base al azar y las posibilidades de sufrir un percance. Los actuarios de seguros elaboran los modelos matemáticos de nuestros riesgos para fijar las primas de nuestros seguros del hogar, de vida o del coche, calculando nuestra edad, el sitio donde vivimos, nuestras costumbres, nuestras enfermedades pasadas, etc.

Cualquiera de esos actuarios diría que el 99,99% de nuestros accidentes y riesgos se deben a nuestras decisiones, nuestras costumbres, nuestras manías, nuestros vicios, nuestras comilonas, nuestros hábitos y nuestra forma de conducir. Si fuéramos conscientes no nos arriesgaríamos tanto.

Gonzalo Garcia Pelayo decía, por ejemplo, que pasar de 120 kilómetros por hora en una autopista aumenta exponencialmente el riesgo de sufrir un grave accidente. No entendía que pisáramos el acelerador.

Pero dentro de todos esos cálculos actuariales, hay cosas impredecibles. Es el 0,1% restante

¿Qué posibilidades había que alguien muriese en un accidente aéreo en un avión en buen estado, que iba de Barcelona a Dusseldorf, en un viaje de dos horas, con una compañía alemana y en un día sin temporal? Casi inexistentes.

Lo que más nos ha espantado a todos es que, por más que un actuario o nosotros hubiéramos calculado el riesgo, se presentó el caso más extraño.

Podríamos imaginarnos situaciones estrambóticas para evitar accidentes, pero eso nos convertiría en seres paranoicos.

¿Podríamos vivir pensando en todas las probabilidades de que nos suceda un accidente en el metro, en la calle, en la carretera o en el avión?

Siempre habrá uno que no se nos ocurriera.

El físico francés Laplace dijo que si conociéramos el movimiento de todos los átomos del universo podríamos predecir el futuro. O sea, imposible.

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