OPINION

Mis diez años junto a un famoso futbolista llamado José Eulogio Gárate

atletico madrid anos 70
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Todos los días, antes de ir al periódico, me metía en el gimnasio municipal a mantenerme en forma. A esas horas de la mañana solo estábamos dos individuos: el otro era un hombre de unos 50 años que hacía flexiones con una máquina de pesas. Nos decíamos buenos días y adiós.

Esa fue nuestra conversación durante 10 años.

Aquel hombre siempre estaba en el mismo sitio y siempre hacía el mismo ejercicio. Levantaba una y otra vez una pesa, flexionando una de sus piernas. Un ejercicio para alguien con una lesión en una pierna. Al menos eso me parecía.

Mientras movía su pierna de arriba abajo, este hombre hablaba inglés. Tenía colgado en la cintura un reproductor pequeño con cassetes, y llevaba sobre la cabeza unos auriculares. Repetía una lección. Eran las únicas palabras que se escuchaban en el gimnasio a esas horas. Palabras en inglés.

Un día, el encargado del gimnasio se acercó a mí y me preguntó: "Oye, ¿es que tú no sabes a quién tienes al lado todas las mañana?". Y como puse cara de tonto, me lo aclaró:

"Es José Eulogio Gárate, uno de los mejores jugadores de fútbol de la historia".

Ni idea.

Me explicó que José Eulogio perteneció a una generación formidable de futbolistas que jugaron en el Atlético de Madrid. Y me empezó a soltar una caravana de nombres. "Reina, Melo, Heredia, Eusebio, Capón, Adelardo, Luis, Irureta, Ufarte, Gárate y Salcedo". Parecía la respuesta a un concurso de pasapalabra. (En la foto de arriba, Gárate está arrodillado y es el segundo por la derecha).

Por la noche, me metí en internet para ver quién era Gárate. Un vasco nacido en Argentina que cuando regresó a España, jugó en el Eibar y luego durante diez temporadas en el Atlético de Madrid. Logró tres Ligas y dos Copas.

Jugó un partido inolvidable, según leí. Fue la final de la Copa de Europa en 1974 frente a un Bayern que parecía una Panzer Divission: Beckenbauer, Maier, Muller...

Gárate y su equipo perdieron. Pero fue un partido formidable.

Tres años después pasó algo raro: un jugador le clavó los tacos en la rodilla a Gárate durante un encuentro. La herida se le infectó. Un hongo se le arraigó en la rodilla. Casi le amputan la pierna porque el bicho le devoró la articulación. Tuvo que retirarse del fútbol. Terminó su carrera de ingeniero industrial y se dedicó a ella el resto de su vida.

Lo que más me sorprendió de Gárate era lo que decían de su forma de jugar: aparte de ser un delantero muy acertado, era un jugador que no hacía faltas a los contrarios, y que apenas celebraba los goles. Un gentleman en el campo.

¿Cómo? ¿Un jugador que no celebra goles, que no hace faltas, que es ingeniero industrial?

Eso sí me parecía raro.

Comenté con mis amigos y familiares el hecho de estar entrenando con Gárate, y todos se sobresaltaban: "¿Con Gárate? ¿En serio? ¿Y no lo sabías?". Y ponían cara como si hubiera estado con un semidiós llamado Hércules sin enterarme.

Así que una mañana, diez años después de haber compartido muchas mañanas con Gárate, me acerqué al jugador y le confesé: "Hola, José Eulogio: resulta que mis amigos me riñen porque he estado entrenando diez años junto a ti, y no me había enterado de que eras un famoso jugador de fútbol. No me lo perdonan. Lo siento".

Nuestra rutina diaria no cambió. Él siguió flexionando su pierna y mejorando su inglés, y yo a lo mío.

Esta semana me enteré de que el Eibar venía a Madrid a jugar un partido. Aprovechan la visita para nombrar embajador del club a José Eulogio Gárate. Es un acto organizado también por el Atlético de Madrid.

No sé mucho de fútbol. Pero eso no importa. Desde que me enteré quién era Gárate me hago la misma pregunta:

¿Cuántos Gárates hay en este país?

Tipos metódicos, educados, modestos, callados y con mucha voluntad para superar una lesión que les arruinó un día su gran sueño.

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