OPINION

Una foto de las madres de otros tiempos

niños mina
niños mina

En la historia de la España moderna, se puede trazar una línea que divide dos épocas. Antes de los años sesenta. Y después de los años sesenta.

Las mujeres que fueron madres antes de esa fecha crecieron en la preguerra, la guerra y la posguerra. La foto de arriba es una muestra extrema de cómo se vivía entonces. Data de los años cuarenta. Es Asturias.

Los niños trabajaban trayendo carbón de la mina, el carbón que picaban sus padres. Allí y en el resto de España se pasó bastante hambre. Cualquier mujer de la época lo recordará.

Mi madre era de esa época. Sufrió el bombardeo de la ciudad de Alicante, vivió con penuria, trabajó en la tienda de su madre y poco a poco fue progresando. Emigró con un venezolano y echó raíces en otra tierra.

Pero a pesar de que allí la vida era de otra manera, siempre he tenido la impresión de que todas las madres españolas de esa generación están cortadas por un patrón parecido: austeras, algo tacañas, grandes administradoras, con mucho carácter, levantando familias numerosas (como en mi caso), muy mandonas y sobrellevando el trabajo de casa con poca ayuda, mucho sacrificio, un instinto casero para matar microbios y bastantes bofetones a lo largo del día.

Muchas no tuvieron la oportunidad de formarse porque había que trabajar y trabajar. Por eso, su mayor ilusión era ver que sus hijos tenían los estudios que ellas nunca tuvieron, y que encontraran un trabajo mejor que el de su generación.

Lo que más me sorprende de esas mujeres es que no se quejaban de la vida. Creo que se debe a que siempre vieron la guerra como lo verdaderamente malo, lo peor, así que todo lo que no fuera guerra siempre era esperanza.

Ellas fueron las trabajadoras silenciosas de los cincuenta y los sesenta. Las que contribuyeron con pañales y biberones a la reconstrucción de un país, mientras los hombres lo reconstruían con ladrillos y vigas de acero.

Pero eran ellas las que administraban el dinero de casa, y ahorraban mes a mes para tener el primer televisor (que costaba varios salarios), el primer coche, el primer piso propio, y sí, hasta darse el gusto del primer viaje.

Por eso, cuando padecieron las crisis de este país en los 70, los 90 y la actual, la comparaban con la suya, y decían: hay cosas peores.

Incluso cuando perdieron los ahorros con preferentes, o perdieron las casas por avalar a sus nietos. Hay cosas peores.  Y sonreían, como las niñas de la foto.

Muchas de ellas, como mi madre, ya no están con nosotros.

Siento una nostálgica admiración por todas ellas pues formaron una generación con un instinto maternal de leonas, y con un temple que no se doblaba ni en los momentos más tormentosos de la vida.

Eran unas tías duras. O como dicen en Venezuela, mujeres bien arrechas.

Siempre las echaremos de menos.

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