OPINION

Aquella panda de chalados subidos a sus cacharros... contra la bomba atómica

fundadores greenpeace
fundadores greenpeace

En septiembre de 1971 un grupo de chalados a bordo de un barco desvencijado llamado Phillis Cormack pusieron rumbo a un archipiélago cerca de Alaska. Pretendían detener la detonación de una bomba nuclear.

A bordo iban el dueño del barco, John Cormack, con una estrafalaria tripulación: tres hombres de Greenpeace,  Jim Bohlen, Bill Darnell y Patrick Moore; además, un médico, Lyle Thurston; un ingeniero, Dave Birmingham; un geógrafo, Terry Simmons; un profesor de política, Richard Fineberg; y por supuesto, los cazadores de noticias Robert Hunter, Ben Metcalfe, Bob Cummings (periodista), junto con el fotógrafo Bob Keziere.

Antes de llegar a su frío destino, la armada norteamericana bloqueó la ruta del barco. Poco después, se produjo la detonación.

Pero la meta de esta panda de chalados que pensaban desafiar a la potencia nuclear norteamericana no quedó en balde: produjeron una cadena de manifestaciones en Estados Unidos y Canadá y  dieron a conocer el nombre curioso de esta organización: Greenpeace, la Paz Verde.

El gobierno de EEUU anunció que era la última prueba atómica en las islas Aleutianas, y desde entonces, Greenpeace se ha convertido en el defensor del planeta. Para muchos, Greenpeace es una organización que impide el progreso industrial, pero sin ellos, no habrían sucedido cosas que nos han beneficiado a todos.

Por ejemplo, si Greenpeace no hubiera existido, Canadá seguiría matando focas a palos para vender su piel.

Sin Greenpeace, algunos desalmados seguirían enterrando pesticidas en el mar.

Sin Greenpeace, los pescadores seguirían empleando redes de deriva que atrapan a toda clase de especies marinas, produciéndoles una muerte lenta y terrible.

Sin Greenpeace, habría países que seguirían echando al mar su basura radiactiva.

Sin Greenpeace, los fabricantes de juguetes seguirían empleando cloruro de polivinilo, que es nocivo para los niños.

Sin Greenpeace, los restaurantes seguirían empleando gases tóxicos para enfriar sus neveras.

Sin Greenpeace, continuaría la tala indiscriminada de bosques.

Y por supuesto, sin Greenpeace, ya habrían desaparecido las ballenas.

En su batalla, contra la degradación del planeta Greenpeace ha cometido acciones arriesgadas e ilegales. Algunas de ellas, incluso les han valido críticas mundiales como cuando -para llamar la atención mundial-, pisoteó los geoglifos peruanos, cargándose la capa de polvo que los protege de la erosión.

Hay que reconocer que con Greenpeace actuando y nosotros observando, los humanos calmamos nuestra mala conciencia industrial más contaminante. Nos encantan las lavadoras, pero fabricar lavadoras supone usar muchos productos contaminantes. Alguien lo tiene que equilibrar, ¿no?

Pues que sean los chicos de Greenpeace. Está claro que, si no es por ellos, nuestro planeta sería más sucio y estaría en mayor peligro.

Les  dejo esta presentación en Prezi (no oficial) sobre Greenpeace. Pinchen aquí.

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