OPINION

Corea del Norte, el país espectáculo donde todos son actores

Estuve viendo ayer un rato en directo por YouTube el desfile militar que conmemoraba los 70 años del Partido de los Trabajadores de Corea. Como a todos, a mí también me gusta ver la precisión coreográfica de cientos o miles de personas en festivales, olimpiadas y desfiles.

Pero este desfile lo vi a través de los ojos de Hyeonseo Lee, la disidente norcoreana que acaba de lanzar en español su biografía titulada "La chica de los siete nombres" (Península).

Cuando entrevisté a Hyeonseo hace unas semanas, me dijo que conocía los estragos de los desfiles de su país. Para exhibir esa perfección es necesario ensayar mucho. Pero esa versión exagerada del paso de la oca supone dar unos golpes tan violentos en el suelo, que las piernas acaban por sufrir problemas graves al paso del tiempo. También me dijo que el movimiento que hacen con los brazos de un lado a otro del torso es tan violento, que los órganos van de una parte a otra sin descanso y tarde o temprano les pasa factura.

Los desfiles de Corea del Norte me recuerdan la historia del príncipe Potemkin. Para que la reina Catalina no viera la pobreza de las villas rusas, el príncipe mandó a construir paisajes de cartón que ocultasen la realidad.

El gobierno norcoreano ha hecho lo mismo. A través de esos desfiles singulares que se retransmiten a todo el mundo y recogen los telediarios, dan la imagen de un país unido, auténtico y temible. Temible seguro que lo es. Pero unido, lo dudo. Es una unidad artificial lograda por la fuerza de los campos de concentración, el espionaje, la represión y la falta de libertad.

Es un país pobre con un PIB escandalosamente bajo en comparación con sus vecinos del sur. Es un país donde se pasa hambre.

Y de auténtico, nada. En las imágenes hay algo que sorprende: las personas del público o los soldados que espontáneamente vitorean al máximo líder no lo hacen como uno está acostumbrado a ver en otros países. No son espontáneos. Tienen los mismos gestos. Actúan. Se nota que han sido aleccionados para que saluden al líder. Me pregunto qué pasaría si se negaran.

Todo forma parte de un inmenso montaje. Un falso paraíso.

Una de las pruebas de esta sumisión la vi en un vídeo de otra gran parada militar. Después de los primeros momentos, los miles de personas que estaban presentes se quedaron callados durante diez minutos para esperar la llegada a la tribuna de Kim Jong-un. Era un silencio orquestado. Era un acto religioso antes de la consagración de Kim. Y cuando apareció, todo el mundo estallo en gritos.

Algunos en Occidente siguen pensando que los periodistas exageramos. O que no conocemos la realidad porque no hemos estado allí. Hace tiempo, un equipo norteamericano de Vice entró en el país. En un momento, les dejaron acudir a una especie de cibercafé (sin café). Un montón de gente estaba navegando con libertad por internet. "¿Ven? Aquí también hay libertad". De repente, a un camarógrafo se le ocurrió hace un plano corto de las pantallas. Y resultó que los norcoreanos libres no movían el ratón, no tecleaban y no cambiaban de página. No hacían nada. Solo mirar la pantalla.

Un país espectáculo donde todos los ciudadanos son actores. Es un país controlado. Un país obligado a prestar obediencia a una monarquía hereditaria inútil.

Mostrar comentarios