OPINION

Por qué el ministro Montoro parece siempre el malo de la película

montoro cristóbal
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Cristóbal Montoro es el ministro que está detrás de la crisis. En 2012 subió los impuestos y recortó el gasto en los ministerios. El paro subió a cifras nunca vistas en España: más de 6,2 millones de desempleados. Las ventas de las empresas cayeron y la economía dio marcha atrás.

Los recortes fueron tan duros que originaron impagos de hipotecas y desahucios. Quiebras y disoluciones. Miles de familias entraron en el túnel de la pobreza. La consecuencia fue que, hartos de vivir bajo esa presión, los españoles desalojaron del poder al PP en numerosas comunidades y ayuntamientos.

Todo culpa de Montoro.

Pero gracias a ese plan de choque económico que hasta en el PP califican 'sin alma', el país se está recuperando. Es la economía que más está creciendo entre las grandes economías de la zona euro. El paro está bajando y de aquellos 6,2 millones hemos pasado a 5,1 millones. Casi un millón de parados menos.

También, gracias a ese plan de choque, ahora Hacienda está recaudando a niveles que no se recordaban hacía mucho tiempo. Recauda más por IVA, por la lucha contra el fraude y por IRPF. Eso permite devolver la paga de funcionarios, cumplir con el déficit, bajar impuestos...

En la lucha contra el fraude, los niveles de recaudación están en récords históricos: 12.500 millones. Montoro y su equipo han sido eficaces persiguiendo a los defraudadores en todos los sectores: desde deportistas como Messi (o mejor dicho, su padre), hasta artistas, cineastas, presentadores e incluso ex altos cargos del gobierno y del PP como Rodrigo Rato.

Ser ministro de Hacienda es un puesto ingrato. Le critica el país entero por apretarles el cuello. Le critican los empresarios. Le critican los profesionales. Le critican las pymes. Le critican los cineastas. Le critican los otros ministerios por recortarles sus presupuestos. Lo odian cuando sale en la tele; en las tertulias. Le llaman vampiro. Chupasangres.

Pero con un déficit como el que heredó este país en 2011, no se conocen muchas vías para arreglar las cuentas. Históricamente siempre ha sido así: recortar, sufrir, salir.

Por eso, el ministro de Hacienda siempre será el malo de la película: porque la gente lo asocia a los recortes y a los impuestos. En su partido le echan la culpa de todo. De la caída de la popularidad del PP, del soberanismo en Cataluña, del aumento de Podemos...

Pero todos los gobiernos que se encuentran con un país sin dinero, y con muchos gastos, como este país en 2011, quisieran tener un Montoro: para que les ayude a recortar, y para que no dé un paso atrás. Es un trabajo ingrato. De cocinero.

Montoro lo definió así en la entrevista de El Mundo:

"Yo me paso aquí todo el día, haciendo números. En la cocina, mientras otros salen y hablan. Pero es que esta Casa es el corazón del Estado. Es el trabajo para el que valgo; no valgo para seducir, pero este trabajo tan impersonal es el más trascendental. Me acusan -¡incluso mis compañeros!- de que no conozco lo que pasa en la calle: ¡pero cómo se puede decir eso! ¡Si hay alguien que conoce lo que pasa en la calle soy yo!".

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