OPINION

Cosas que nunca imaginaste que podrían pasar en Venezuela

Me lo contó esta semana un amigo. Su mujer había enfermado y la tuvieron que llevar al hospital. Tenía una perforación en el abdomen que le produjo una infección bacteriana. Después de intervenirle, y cuando volvió a casa días después, tenía que administrarse antibióticos y buscapina.

Mi amigo empezó su peregrinación. De farmacia en farmacia de Caracas para conseguir los medicamentos. No era posible. Mientras tanto, los amigos reunieron antibióticos que les sobraban en sus botiquines y se los pasaron. No eran suficientes.

El problema no es ir a las farmacias, sino perder el tiempo en ellas. Una persona llega a una farmacia y se encuentra una cola. Bastaría gritar en alto el nombre del medicamento para verificar si lo tienen o no, e irse. Pero las decenas de personas que hacen cola están para lo mismo. Llevan una lista de medicamentos y uno a uno lo van pregonando hasta que el farmacéutico dice: "Ese sí lo tenemos".

De modo que mi amigo no solo se fue de peregrinación farmacéutica sino que perdía mucho tiempo en cada una. Esto me lo contaba por teléfono. A la hora de pagar, vino algo peor.

A veces no funciona el lector de tarjetas de crédito porque es antiguo y no hay repuestos; a veces lo que falla es la conexión. Desde que la CANTV –la empresa nacional de telecomunicaciones– fue renacionalizada, el servicio cada vez es peor. Y a veces, el lector sí funciona y también la conexión, pero el ciudadano no tiene tarjetas porque han caducado y no se han importado más tarjetas de plástico. Entonces le toca pagar en efectivo.

Con el altísimo precio que han alcanzado las medicinas por culpa de la inflación, hay que llevar fajos de dinero. Maletines.

Eso atrae a los ladrones.

Entonces le pregunté a mi amigo cómo lo resolvían los más pobres. Si no tienen coche, ni dinero, ¿cómo pueden curarse si no consiguen las medicinas ni pueden estar viajando por Caracas?

"Se mueren".

Me contó que el padre de un amigo suyo falleció por falta de medicinas hace poco. Cuando el hijo quiso poner un esquela en el periódico, le dijeron que estaban cerrados. Todo el país está cerrado.

El presidente Nicolás Maduro decretó que los tres primeros días de esta Semana Santa, que son laborales en Venezuela como en España, sean festivos porque hay que ahorrar luz y agua. Forma parte de su plan de choque económico. Mandar a la gente a casa.

El pobre deudo tuvo que poner una esquela en la versión digital de un diario.

Jamás me lo hubiera imaginado. Venezuela tenía uno de los mejores y más eficientes sistemas de distribución de medicinas. Mucho antes de que en España se extendiera el servicio de 24 horas y se liberalizaran las farmacias, en Venezuela habían proliferado esas farmacias y era muy fácil conseguir medicinas en tu barrio. Incluso triunfó un modelo de gigantescas cadenas de farmacias –con locales enormes– que llegaron a abrir en España gracias a venezolanos emprendedores.

Hoy ni siquiera eso funciona en Venezuela.

Otro amigo me llamó desde Venezuela a principios de semana para felicitarme por mi cumpleaños. Me verificó que les habían regalado días festivos pues él trabaja en un ministerio. También me contó que la semana pasada presenció dos linchamientos en su barrio por intento de robo. "Nunca me había pasado esto", me dijo.  No pudo evitar darle un golpe al ladrón. "Le partí la nariz". Según él, sentía mucha rabia porque en su barrio atracan día y noche.

Linchamientos, muerte por falta de medicamentos, ancianos o niños que mueren en los hospitales por falta de material, colas para comprar la cesta básica, asesinatos a plena luz del día, a todo ello se une los cortes de agua y de luz porque en los 17 años de chavismo, no se ha invertido en mantenimiento de las instalaciones.

Es un país arruinado por un grupo de personas y una ideología: el marxismo del siglo XXI. "Lo peor", me dijo un amigo, "es que ahora Venezuela está peor que Cuba".

Jamás me lo hubiera podido imaginar.

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