OPINION

La verdad sobre los alimentos transgénicos y la polémica con Greenpeace

FRANKENSTEIN
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Millones de hectáreas de maíz, arroz, trigo y soja cultivadas en España, Argentina, Canadá, Estados Unidos, Sudáfrica, China, Australia, Alemania y Canadá proceden de granos genéticamente modificados: transgénicos. Desde hace muchos años los estamos comiendo cada día.

Han sido modificados para resistir el frío, los hongos y los insectos sobre todo, lo cual ha permitido incrementar espectacularmente la producción y alimentar a más personas. Para los 'ingenieros' que diseñan estos nuevos organismos, los transgénicos son la gran esperanza para un mundo que ya tiene 7.000 millones de habitantes y que seguirá creciendo.

Ya hay salmones modificados genéticamente que crecen con más rápidez en invierno, de modo que llegan al mercado en la mitad de tiempo. Los científicos, según informaba National Geographic, están experimentando con vacas genéticamente modificadas para que en el suero de la leche incluyan derivados farmacéuticos.

Incluso se está tratando de eliminar de los cacahuetes en gen que produce la inmunoglobulina 5, y que es responsable de que cada año mueran muchas personas por choques anafilácticos en EEUU y en Occidente.

Hay científicos como Dean DellaPenna, que sueñan con un futuro donde produzcamos tomates y brócoli con genes para combatir el cáncer, plátanos que incluyan vacunas, aceites vegetales con ingredientes terapéuticos que prevenga la muerte por ataques cardíacos, o arroces supervitamínicos que erradicaran el hambre en el tercer mundo.

Los alimentos modificados genéticamentes podrían ser la salvación de millones de personas. Según la mayor parte de los científicos, los organismos modificados genéticamente son seguros para la salud.  Algunos de esos transgénicos, como el arroz dorado (aún no puesto en circulación), contienen vitamina A, fundamental para evitar la ceguera en los niños.

Pues bien, a todo esto se opone Greenpeace.  Dice que no son seguros para la salud. Se oponen incluso al arroz dorado.

Por ello, 109 premios nóbeles en todo el mundo han firmado un manifiesto contra Greenpeace haciéndolo cómplice de la ceguera de 500.000 niños cada año. Le acusan de "crímenes contra la humanidad". Si estos niños se hubieran alimentado con arroz dorado, con vitamina A, no serían ciegos. Ningún padre  querría que su hijo naciera con ceguera por culpa de una campaña de Greenpeace.

Basta exponer la foto de un niño que sufre ceguera por falta de vitamina A, para que Greenpeace quede en entredicho. Sin embargo, hay algo que es necesario escuchar.

Sabemos que por ahora los alimentos genéticamente modificados no son perjudiciales. No sabemos qué va a pasar en el futuro. Algunos científicos se burlan de que Greenpeace está creando la falsa idea de que se fabrican Frankenteins en los laboratorios. Ya. Pero ¿y si salen esos Frankensteins en unos años? No es para reírse.

"El genoma no es un ambiente estático. Los genes que se le han insertado pueden transformarse y esto puede suceder en el futuro", afirmaba para la revista Scientific American el biólogo celular David Williams.

¿Ese es el problema? No. Es otro que se resume en esta pregunta: ¿vamos a dejar de producir arroz dorado y salvar a niños de la ceguera por algo que no sabemos si ocurrirá?

Si nos quedamos parados y no producimos arroz dorado, muchos niños nacerán con ceguera. Si lo administramos a los niños, quizá en un futuro, esos niños desarrollen otra enfermedad, digamos cáncer, pero en una escala aún mayor.

Eso es lo que teme Greenpeace.

Mi opinión es una combinación de las dos cosas. Creo que debemos trabajar en la producción de organismos genéticamente modificados. Y a la vez creo que Greenpeace debe segur su labor de denunciarlo, incluso de ser catastrofista.

Porque si no existieran organismos como Greenpeace, tarde o temprano perderíamos el miedo y nos pondríamos a producir cualquier organismo modificado. De hecho, existe el temor de que China ya haya experimentado con alimentos modificados genéticamente, que no hayan pasado los exhaustivos test que se pasan en Occidente y que tarde o temprano, esas semillas entren en Europa como hace siglos entró la peste negra.

Entonces sí hablaremos de Frankensteins y será tarde para lamentarlo.

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