OPINION

¿Problema con Lobo? Nos hemos olvidado de dónde proceden los nombres

lobo
lobo

Por fin, unos padres han conseguido que su hijo se llame Lobo. El registro se oponía porque, según la ley, no se puede poner de nombre propio un apellido, y Lobo, en España, es un apellido.

Creo que ha sido todo una cuestión burocrática y que el funcionario solo pretendía aplicar la ley. Pero ahora quiero recordar una cosa a todos los Manuel, Ricardo, Roberto, María y Juan. Ahora esos nombres no significan nada, pero en su origen, significaron mucho porque la gente ponía nombres a las personas en función de cualidades físicas o morales.

Armando es un nombre germánico que significa “hombre duro”. Basta tomar un diccionario de nombres, de esos que se venden en las de las librerías de medianoche, para comprender que casi todos los nombres de nuestro círculo íntimo, de nuestra sociedad y civilización tuvieron un significado más, ¿cómo decirlo?, natural. Carlos significó “fuerte”, Aitor, “tierra fértil”, Ambrosio “inmortal”, Almudena “la ciudad”, Belén, “la casa del pan”, y Pilar, es "columna".

Ya fuera en el nacimiento, o durante el crecimiento y la madurez, hombres y mujeres recibieron los nombres adecuados a su forma de ser, de modo que casi existe una ontología del nombre propio.

La inmensa mayoría de los nombres germánicos está relacionada estrechamente con la fuerza, la guerra, la victoria, la valentía, el arrojo, el dominio de un instrumento de combate, o la hipótesis de una cualidad animal, o un animal como el lobo o el oso. Gilberto es “diestro con lanza”, Alfonso es “guerrero preparado para el combate”, Ataúlfo es “lobo guerrero” y Bernardo, “audaz como un oso”.

En alemán Lobo se dice Wolf, y Wolfgang es "el camino del Lobo". Mozart se llamaba así: Wolfgang,

Los nombres de procedencia griega denotan cualidades guerreras, aunque con detalles basados en aspectos más cualitativos como la proporción, la sabiduría y la belleza, productos de la de un pueblo por su cultura. Así, Clemente significa “célebre”, Erasmo, “agradable”, Eleuterio “libre” Aristófanes “el que por su calidad”, Filomeno “amigo del canto”, y Eugenio, "el bien nacido".

Los nombres hebreos, en cambio, no denotan un pueblo guerrero ni victorioso. Basta leer el Antiguo Testamento para los israelitas fueron un pueblo sometido a las plagas, a la destrucción, al exilio, la persecución y el hostigamiento. Con el único recurso de la apelación a la misericordia de Dios, sus nombres reflejan el sentimiento de desamparo: Absalón, en “la paz de Dios”, Ariel “altar de Dios”, Barvan, “bendito”, Belén, “casa del pan”, Camilo, “mensajero de Dios”, José, "el que suma", y los animales que se encarnan en personas, proceden de animales pasivos como Raquel en “oveja” y Deborah “abeja”.

María parece ser egipcio y significa "la bien amada".

Un poco más relacionados con el disfrute de los sentidos, los nombres árabes nos llevan a admirar la gracia “Zoraida”, la belleza “Zulaica”, o la misma ciudad, “Almudena”.

Los nombres romanos en su mayoría proceden de familias agrícolas, de patricios supervivientes, que se extendieron por toda la península itálica. Los Cornelios, Adrianos, Augustos, Fabricios, se pierden en la historia de este pueblo, aunque siempre ligados a la tierra, faba (haba), para los Fabios, o al trabajo, faber, Fabricio, a la flor, Florencio…

El mejor ejemplo son los indios americanos, la mayoría de los cuales procedía de animales. Aguila, Búfalo Bravo, Toro Sentado, Ciervo, Mariposa, Tortuga...

Es una lástima que nos hayamos olvidado de todo eso. Pero aunque no lo sepamos, seguimos poniendo nombres como antes, bueno, mejor dicho, ponemos motes: al que tiene gafas, cuatro ojos, al listo de clase, pitagorín, al ligón, Don Juan, y al que trabaja mucho, le decimos que es una fiera o un león.

En el fondo, no hemos cambiado.

Mostrar comentarios