OPINION

Todo lo que hizo Rita Barberá y que será olvidado en un santiamén

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Una de las ciudades que ha sufrido uno de los cambios más espectaculares en los últimos veinte años ha sido Valencia. Era la tercera ciudad de España pero a principios de los 90, al no ser la capital de España y tampoco sede de los JJOO como Barcelona en 1992, había quedado anticuada. Fea.

El cauce del río Turia estaba seco y yermo. No había ninguna construcción sobresaliente. El puerto, uno de los más importantes de España, era en realidad otro más. No existía una destacable red de museos y la ciudad crecía de forma natural y torpe.

Desde finales de la década de los ochenta, la ciudad fue cambiando: se inauguraron las nuevas líneas subterráneas y de superficie de Metrovalencia, se crearon nuevos sistemas de cercanías, se elevó la espectacular Ciudad de las Artes y de las Ciencias, se modernizó el puerto, y se embelleció el cauce del Turia.

Valencia se puso tan de moda que se celebraron carreras de Fórmula 1, y hasta las regatas de la Copa América. No todas, pero la mayor parte de esas mejoras se realizaron cuando Rita Barberá fue alcaldesa de Valencia. Fue elegida en 1991 y ganó cinco reelecciones. La ciudad pasó de ser un punto provinciano, a un polo de atracción turística, empresarial, de diseño y de actividad comercial. Hasta logró que llegase el AVE.

Ya lo sé. Todo eso costó mucho dinero y se derrochó más. Pero ¿qué debe hacer el alcalde de una ciudad? ¿Pasar una mano de pintura o darle un aspecto moderno y sorprendente?

Recuerdo a muchos valencianos sorprendidos y orgullosos del cambio que había dado su ciudad. Antes, por ejemplo, nadie iba a Valencia salvo por las Fallas. Ahora la gente quiere ir a ver la Ciudad de las Artes y de las Ciencias en todas épocas del año, del mismo modo que muchos turistas quieren visitar Bilbao solo para ver el Gugenheim.

El lenguaje de las ciudades modernas es llamar la atención por algo espectacular. Valencia lo logró.

Por eso lamento tanto que se vaya a recordar a Rita Barberá por la financiación presuntamente ilegal del PP, o por las supuestas comisiones cobradas por gente de su partido en los contratos públicos.

Algunas causas por cierto han sido archivadas como los gastos del consistorio que denunciaba la oposición. Otros se archivaron se forma sospechosa como el accidente de Metrovalencia sonde murieron 43 personas. Los otros están pendientes.

Si se demuestran las acusaciones, tendremos otra prueba de la soberbia del poder. Los políticos creen que el dinero público es de ellos porque ayudaron a la ciudad a ser grande. Y lo malo es que al final, a Barberá y a su equipo no les recordarán por el gran cambio que lograron en Valencia, sino por financiar al PP con dinero negro y otras cosas feas.

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