OPINION

El negocio de la compasión: por qué es tan difícil pillar a los embaucadores

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A todo el mundo le ha pasado la siguiente escena: se acerca una persona y nos pide dinero. No tiene empleo, o le han desahuciado, o tiene enferma a su hija... Uno saca unas monedas y se las da.

Y en el mismo momento en que esa persona nos da las gracias y se aleja, nos preguntamos: ¿será verdad? Pero como han sido solo unas monedas, pensamos que hemos hecho la buena labor del día y tema concluido.

Ahora multipliquemos esto por decenas o centenas de personas. Imaginemos que esa persona miente, que está abusando de nuestra compasión. ¿Cuánto dinero se lleva al día? Pensemos ahora en casos mayores como los padres de Nadia, que recaudaron casi un millón de euros diciendo que necesitaban dinero para tratar la extra enfermedad de su hija. La gente respondió: pero la mayor parte del dinero se la gastaron los padres en relojes de lujo, tabletas, móviles de alta gama y otras cosas. En Nadia, no, desde luego.

La compasión es dos cosas a la vez: una forma de ayudar a los desesperados, y un negocio para los que abusan de nuestra buena fe. El caso de Nadia saltó por los aires cuando las mentiras del padre llegaron a tener visos de novela barata: que si se la había llevado a una cueva en Afganistán para que la viera un curandero, que si científicos de la NASA.... No pegaba la NASA con las cuevas afganas. Y por eso le pillaron.

En estos momentos, ¿a cuántos no han pillado? ¿Cómo comprobar si nos estafan?

Es imposible investigar a los que nos piden en la calle unos céntimos. Tampoco es fácil investigar a aquellas personas que convierten su dolor en un crowfunding nacional con la única meta de explotarnos. La policía no puede estar investigando cada caso porque es una inversión muy grande en tiempo y dinero. Solo se poner en marcha cuando hay una denuncia.

Además, ¿quién se va a poner a vigilar a los que montan estas campañas? Es un tema tan delicado...

¿Y los periodistas? A veces picamos con empresas que nos venden productos fabulosos, y otras con personajes que nos venden su triste vida de mentira.

Como siempre trato de ver las lecciones prácticas de los errores, pienso que el caso de Nadia servirá para que los periodistas no nos dejemos llevar por las lágrimas, y que investiguemos a fondo a estas personas que solicitan ayuda a la sociedad.

Pero, aún con esas advertencias, el daño que han hecho los padres de Nadia es enorme, porque cuando uno da dinero para estas causas está ejerciendo el mayor gesto solidario: ayudar a los demás sin esperar nada a cambio, incluso de ayudar a desconocidos. Las religiones se basan en ese gesto.

De modo que, lo mejor que se puede hacer con estas personas que nos defraudan, es tratarles como estafadores y castigarles duramente. Pero animar a la sociedad a que no deje de donar dinero para las causas humanas, porque hay sitios a donde no llega el estado: solo la solidaridad humana.

(Por cierto, niña Nadia sí sufre una enfermedad especial. Ahora tendrá que convivir con otra enfermedad: la de tener unos padres estafadores sociales).

(La foto de arriba es de José Luis Sandoval).

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