OPINION

Salir antes de las seis de la tarde no depende de la puesta del sol sino del jefe

puesta de sol madrid
puesta de sol madrid

Como la mayoría de los españoles, yo he sufrido también el castigo de los horarios. Ahora que la ministra de Empleo Fátima Báñez propone salir a las 6 de la tarde, me parece buen momento para reabrir el debate. ¿Realmente se puede salir a las seis de la tarde?

No sé si para todas las profesiones y en todos los casos, pero creo que sí se puede lograr que mucha gente que hoy sale después de las seis de la tarde pueda salir antes y conciliar su vida familiar y laboral.

¿Cuáles son los obstáculos?

La costumbre, la rutina, la productividad, el uso horario, los colegios, los comercios, el sol… En fin, hay muchas razones pero hay una que destaca por encima de todas y que no he mencionado. El mayor obstáculo son los jefes.

Los jefes son los que organizan el trabajo, la rutina y la producción del equipo. Si los jefes son desorganizados, no me extraña que salgamos a las 8 o más tarde. Si no saben repartir el trabajo, no me extraña que los pringaos de siempre salgan después de las diez.

Lo que tienen que hacer los jefes es tomar cursos de organización: desde cómo hacer reuniones cortas, a cómo despachar mucho trabajo en poco tiempo. Ir al grano, poner prioridades al día, y trasladar al siguiente lo que se puede trasladar. Y quitarse la manía de que si él no sale a las seis, los demás tampoco deberían salir.

Para eso se requiere disciplina.

El problema es que, salvo que hagamos un curso de dirección de empresas en una escuela de negocios, a nadie le enseñan cómo ser jefe. Yo he sido jefe y nadie me enseñó a organizar equipos, salvo los ejemplos que tenía delante de jefes estupendos a los que siempre he tratado de imitar.

Pero quitando eso, no sabía cómo gestionar mejor las reuniones, cómo administrar el tiempo, cómo repartir trabajo y cómo sacar el trabajo del día lo más rápido posible.

Dado que mi trabajo era de periodista, siempre nos enfrentábamos a la realidad. Por ejemplo, las guerras no tienen un horario. Las quiebras tampoco. Es decir, la realidad que tenemos que contar los periodistas sucede cuando le da la gana y en ese momento hay que contarla. Eso nos pegaba a los asientos de la oficina hasta muy tarde.

Pero un día que viajé a Colonia, en Alemania, vi delante del hotel unas cristaleras dentro de las cuales había unas máquinas. Pensé que era una embotelladora que ya había hecho su trabajo y que los empleados estaban en casa. Pero cuando me acerqué, vi que eran las rotativas del Kölnischer Rundschau, el periódico de la ciudad. Eran las seis de la tarde.

Los periodistas locales se habían ido a casa, como siempre, a su hora.

Sin llegar a esos extremos, creo que se pueden establecer horarios y turnos para que todo el mundo complete su trabajo o, vaya a casa y esté con su familia o amigos. Siempre habrá picos de trabajo a los que responder de manera adecuada, pero pienso que la mayor parte de nuestros horribles horarios se debe a jefes que no se han propuesto de verdad organizar los horarios y a sus equipos.

Este país ahorraría mucho dinero en electricidad, y en conflictos si los jefes resolvieran con voluntad el problema de los horarios.

Luego, habría que cambiar el de comidas, y bancos, y comercios, y…. Pero a eso no me atrevo todavía.

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