OPINION

Por qué a muchos venezolanos les cae tan mal el director Gustavo Dudamel

dudamel
dudamel

Gustavo Dudamel es una de esas personas que vale la pena conocer. Hace pocos días, se convirtió en el director más joven en dirigir la orquesta Filarmónica de Viena para el tradicional concierto de Año Nuevo, el más popular del mundo.

Dudamel es un caso curioso. Nacido en Venezuela hace 35 años, se inició en la música de la mano de su padre Oscar Dudamel, y muy pronto se integró en uno de los experimentos sociales más sorprendentes de la historia: el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela.

El Sistema, como se le conoce en Venezuela, no es un conservatorio de música cualquiera, sino una acción social creada en 1975 para integrar a todo el mundo, sin importar la condición social o el origen, en un grupo articulado por la música. Pobres o ricos, blancos o negros, da igual de donde venga porque lo importante es aprender a tocar un instrumento, hacerlo de forma perfecta y formar parte de un grupo humano que hace algo tan hermoso como interpretar música.

Dudamel era tan avispado que en poco tiempo se convirtió en el director de la Orquesta Sinfónica Simon Bolívar y en la Orquesta Sinfónica Nacional de la Juventud. Eso fue en 1999 y desde entonces ha dirigido las orquestas más destacadas del mundo. Es director permanente de la Sinfónica de Los Angeles y de la Orquesta Simón Bolívar. Todas las orquestas del mundo se lo disputan. Sencillamente, es un genio.

Cuando surge un genio de ese calibre, lo normal es que su país esté orgulloso. Pero a buena parte de los venezolanos Dudamel les cae mal. Mejor dicho muy mal. Y no es por lo que dice, sino por lo que no dice.

Dudamel se ha abstenido en todos estos años de criticar al régimen chavista.

El director no solo no ha criticado a Chávez o a Maduro, sino que ha aparecido en actos públicos abrazando a Maduro, lo cual es como aprobar los abusos, los presos políticos, la burla a los poderes, el hambre y la escasez.

Sabiendo que su actitud causaba profundas heridas emocionales en Venezuela, en septiembre de 2015 Dudamel envió una carta a los medios para explicar su postura. La carta tenía un título muy claro: "Por qué no hablo de la política venezolana".

"No soy ni político ni activista. Aunque estoy consciente de que incluso algo tan benigno como conducir una orquesta puede tener profundas ramificaciones políticas, no voy a tomar públicamente una posición política ni me alinearé con un punto de vista o un partido en Venezuela o en los Estados Unidos".

Sobre las protestas en la calle contra Maduro de cientos de miles de personas, Dudamel afirmaba estar al corriente y "profundamente conmovido". Sin embargo, reiteraba que no coincidía con ellos "en todos los asuntos" y afirmaba sentir respeto "por los líderes de Venezuela y las instituciones que encabezan", aunque no estuviera de acuerdo "con todas las decisiones que toman".

Si uno se pone en los zapatos de una persona como Dudamel, y de la guerra política en Venezuela, se entiende su cautela. Basta con que un famoso se incline a un lado o a otro de la política, para ganarse la enemistad de la mitad del país, en Venezuela o en Japón.

Dudamel ponía como ejemplo el propio Sistema, donde "el hijo de un líder de la oposición y de la hija de un ministro del gobierno pueden sentarse uno al lado del otro creando música hermosa. En ese momento, ellos no conocen la política".

Por tanto, si él se alineaba con una u otra filosofía política, entonces podría politizar El Sistema, lo cual destruiría al mismo Sistema ya que se convertiría en "un saco de boxeo político".

La actitud de Dudamel es comprensible. Sensata. Pero hay algunos detalles que vale la pena comentar.

Cuando Dudamel escribió esta carta, aún no se había producido un acontemiento crítico en Venezuela que fue la elección de la nueva Asamblea. Los partidos de la oposición ganaron la mayoría parlamentaria tres meses después. Desbancaron de esa institución al PSUV, el partido chavista tras 16 años de hegemonía.

Como reacción, Maduro y los chavistas impugnaron a varios diputados, pero no de las grandes capitales, sino nada menos que del Estado Amazonas, el más indígena.  Luego, han ignorado a esa Asamblea elegida por el pueblo, y hasta han cambiado a su placer a los jueces del Tribunal Supremo para chafar las leyes salidas del órgano popular.

Por último, se han negado a realizar un referéndum para revocar a Nicolás Maduro, a pesar de que la Constitución promovida por Chávez daba este poder al pueblo venezolano.

En medio de todo eso, han conducido al país a las peores condiciones de abastecimiento, crímenes, injusticias, y abusos jamás conocidos en su historia.

Es decir, que si Dudamel fuera danés y hablara de no inmiscuirse en la política danesa, se comprendería. Si fuera japonés y hablara de no inmiscuirse en la política de ese país, se comprendería. Al fin y al cabo son países con un alto nivel de vida.

Pero estamos hablando de un país con uno de los peores niveles de vida del mundo, precisamente debido al gobierno, es decir, a determinados políticos. ¿No exige la situación de Venezuela que todo el mundo ofrezca su opinión?

Lo que pretende Dudamel es como si una mujer árabe se quedase callada ante  los abusos que el Estado Islámico perpetra contra las mujeres, y que encima dijera que no quiere significarse por ningún sexo. Es, por lo menos, una postura muy temeraria.

Esa es la razón por la que a muchos venezolanos les cae mal Dudamel.

Dentro de muchos años, cuando el chavismo solo sea un mal sueño, muchos venezolanos preguntarán a sus mayores "y tú, ¿qué hiciste para derrotar a los chavistas?". Entonces, cada uno tendrá que responder de sus actos.

Recuerden lo que dijo el clérigo sudafricano Demond Tutu: "Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor".

(El artículo original apareció a finales de septiembre de 2015 en Los Angeles Times. Pinchar aquí para leerlo en inglés y aquí en español)

Mostrar comentarios