OPINION

La psicología del terrorista y la incapacidad del estado moderno para combatirlo

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Uno de los pensadores que más ha trabajado el concepto del terrorista ha sido el jurista alemán Carl Schmitt.

En los años sesenta, dio unas conferencias en Pamplona Zaragoza que se convirtieron en un opúsculo de gran impacto. Se tituló: Teoría del partisano, pero realmente debió de traducirse como Teoría del guerrillero, aunque, si lo queremos actualizar, debería llamarse Teoría del Terrorista.

¿Cómo se comportaban esos partisanos? ¿Qué les motivaba? ¿Cuál es su definición?

"Es el combatiente que criminaliza a su adversario y se propone exterminarlo por todos los medios".

Según Schmitt, el guerrillero o partisano tiene un esquema mental básico que consiste en definir un enemigo y querer anularlo a toda costa. Así se construye toda una teoría psicológica del enemigo para justificar su lucha. No es una guerra convencional.

Para crear este concepto del partisano, Carl Schmitt se basó en la guerrilla española que se levantó contra las tropas francesas durante la Guerra de Independencia.

"Es el combatiente irregular que se confunde con la población civil y ataca por sorpresa a las tropas regulares en la retaguardia. No porta sus armas a la vista, no se identifica como combatiente, y su lucha imprevisible no renuncia a nada que pueda dañar al enemigo".

Lo sorprendente es que su teoría del partisano encaja perfectamente con la del terrorista yihadista que atenta en París, en Berlín, en Estambul o en Bruselas.  Es más, Schmitt usa la palabra 'terror'.

"El partisano moderno no espera ni gracia ni justicia del enemigo. Dio la espalda a la enemistad convencional con sus guerras domesticadas y acotadas, y se fue al ámbito de otra enemistad verdadera, que se enreda en un círculo de terror y contraterror hasta la aniquilación total".

Schmitt delineó las bases del nuevo terrorismo diciendo que con la tecnología moderna, se podría hablar del nacimiento de un guerrillero 'industrial'. Este guerrillero o terrorista podría emplear las nuevas armas destructivas como el arsenal nuclear, lo cual le hacía más temible.

Sin embargo, se le pasó un detalle. El terrorista moderno no necesita acceder al arsenal nuclear para desatar el terror. Le basta un camión que aplaste gente, o un subfusil que se puede adquirir en el mercado negro. Puede matar con un cuchillo degollando sacerdotes en un pueblo pequeño de Francia o disparar contra turistas en una playa.

Y además, este terrorista hace algo que no hacían los partisanos de los que hablaba Schmitt: no tiene miedo de morir en su atentado. Es más, quiere inmolarse.

¿Cómo combatirlo?

Para el concepto político moderno, es imposible imaginar un estado partisano porque en el Estado moderno, esa tarea la protagonizan las fuerzas del orden y del espionaje, cuyos miembros no están dispuestos a inmolarse. Pero el terrorista desafía todas las leyes porque no le importa inmolarse por su causa, y por eso es tan terrífico su impacto.

Los guerrilleros españoles de le Guerra de la Independencia eran crueles y letales. Pero no se suicidaban en sus atentados. El piloto japonés kamikaze no era un guerrillero pues combatía en un ejército regular.

El yihadista rompe todos esos esquemas.

(En la imagen, La carga de los mamelucos. Así pintó Goya la rebelión popular el 2 de mayo contra la invasión francesa)

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