OPINION

Un premio Nobel explica cuál es la economía ideal y no es la que estás pensando

jean tirole
jean tirole

¿Cuál es el sistema económico ideal?

Nos hacemos esta pregunta desde hace siglos y siempre acaba en dos sistemas: uno, de la economía dirigida por las fuerzas del mercado, con más o menos regulación.

Y la otra, de la economía intervenida por el Estado, con más o menos influencia, que puede ser socialdemócrata a totalmente intervenida, como los regímenes comunstas.

No es una división perfecta porque hay muchos ejemplos de economías mixtas. Pero se entiende que vivimos entre esos dos sistemas. Y cada sistema tiene su 'fan zone', que reúne a los hinchas, los cuales se sienten una tribu con personalidad, credo y casi hasta himnos.

Desde hace mucho, mi modesta opinión como periodista de economía (no soy economista) es que el mejor sistema es el que asegura la supervivencia de su comunidad, a corto, medio y, sobre todo, a largo plazo. El sistema que funcione. Lo demás, me da igual.

Días atrás, pasó por España el premio Nobel de Economía de 2014  que se llama Jean Tirole. Es francés. Acaba de presentar en español su libro 'La economía del Bien Común'. Tirole expone al principio cuál es su lado preferido: "La economía no está ni al servicio de la propiedad privada y los intereses individuales, ni de los que querrían utilizar al Estado para imponer sus valores".

Entonces, ¿de quién? "Del Bien Común".

La verdad es que Tirole es un pragmático que solo cree en la eficacia de las medidas económicas. Si una medida económica, por muy bella que parezca, no es eficaz, pues hay que retirarla. Cuenta el caso de esos legisladores que aprueban leyes para proteger a los pobres, como la de control de precios de productos básicos. Lo único que logran es que se acaparen los productos básicos, que haya escasez, que los ricos sean quienes tengan dinero para pagarlas, y que los pobres se joroben aún más, haciendo cola desde muy temprano. Compran ese producto con el único bien que tienen: el tiempo.

En el caso del empleo, Tirole tiene una frase pegadiza. "Hay que proteger al trabajador, no al empleo". Da la impresión de que viene con ínfulas marxistas, pero está más allá de eso, porque Tirole hace una predicción muy clara: la tecnología va a cambiar los empleos, va a suprimir muchos, y quien no se adapte, se quedará en el paro. Para proteger al trabajador, hay que educarle, formarle y reciclarle. Así conseguirá mantenerse, aunque sea en otro empleo más moderno.

Es el gran debate de nuestra sociedad. Uber se esta cargando empleos de taxistas. Airbnb, a los hoteles. Amazon se carga a zapaterías. Si adoptamos la postura del niño de Un monstruo viene a verme (la película de Bayona), entonces negaremos la realidad.

Por eso, no tiene sentido proteger los empleos. Es como querer proteger el empleo de los que fabricaban bloques de hielo cuando llegaron los refrigeradores.

El libro de Tirole, aunque es extenso, se lee con cierta facilidad por dos razones: porque Tirole lo ha escrito para el gran público y porque Tirole es profesor en Toulouse.

Carga un poco contra los economistas 'ideologizados' que en lugar de ver en qué fallan sus sistemas, los evitan. "Un ejemplo evidente fue la ceguera, y luego la negación de la evidencia, de muchos intelectuales y artistas franceses frente al totalitarismo, especialmente el de las experiencias soviética, maoísta y cubana". Su compromiso con la ideología, dice Tirole, les privó de espíritu crítico.

También critica Tirole a los economistas de mercado que no supieron transmitir al vulgo que se avecinaba una crisis como la del 2008. Los mercados no fueron controlados. Los especuladores se aprovecharon.

Tirole cree en que una de las bases del Bien Común es el altruismo. Pero el altruismo tiene recompensa. Pone el ejemplo de los programadores que ofrecen sistemas abiertos, pero en el fondo, son compensados porque las grandes empresas de tecnología les acaban contratando.

Casi todos los temas fundamentales que nos planteamos hoy tienen un apartado en el libro de Tirole. Es una lectura larga y para tomar notas. Pero ahora que llega el verano, nada mejor que ponerlo en la cesta de 'pendientes'.

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