OPINION

Lo que nadie se atrevía a creer hace diez años: que Fagor fuera a derrumbarse

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Una de las noticias más leídas en estos días en lainformacion.com se refería al preconcurso de acreedores de Edesa-Fagor, lo que antes llamábamos suspensión de pagos.

La caída de Fagor ha sido como la caída del Templo de David: un golpe a ciertas leyendas económicas.

Fagor fue una de las joyas del Grupo Mondragón, y para muchos (para mí, por ejemplo), Mondragón era la prueba de una tercera vía entre el capitalismo y el socialismo, es decir, una empresa en la cual los trabajadores eran accionistas, y por tanto se implicaban en la misma empresa en la que trabajaban. Los beneficios se repartían entre ellos, con lo cual su conciencia laboral era muy grande. Me gustaba tanto que la mayor parte de mis electrodomésticos son de esa marca.

Conocí a Mondragón en los ochenta, cuando realicé un reportaje para Actualidad Económica. Era la primera vez que un grupo así salía en las páginas de una revista de economía. Fui a Arrasate, visité las fábricas, estuve con los responsables y me abrieron las puertas. Me encantaba el modelo cooperativo y hasta llegué a pensar que era algo genuinamente vasco.

Mondragón, si no me equivoco, llegó a ser la mayor cooperativa del mundo por ventas. Quizá exagero. Pero seguro que estaba entre las mayores del mundo. No solo fabricaba electrodomésticos, sino robots, autobuses, y hasta tenía una de las mayores cadenas de hipermercados de España: Eroski.

Se contaban algunas leyendas negras de Mondragón, pues estando en el País Vasco, era difícil pensar que ETA o los abertzales no estuvieran por ahí cerca. Hubo campañas en contra de Eroski, pero la verdad es que el grupo daba trabajo y riqueza al País vasco y al resto de España.

Algunas empresas de Mondragón empezaron a caer en barrena tras la crisis de 2008. Una de ellas fue Eroski. La otra Fagor.

En 2012, Fagor fue comprada in extremis por un grupo catalán. Pero ni con esas. Con unas deudas de 100  millones de euros, Fagor (que tiene la marca Edesa), está en la UCI, y sus 350 trabajadores también.

Fagor cayó como cayeron muchos templos. Cayeron las sólidas cajas, cayó el prestigio financiero de España, cayeron las indemnizaciones de 45 días, cayó el trabajo de por vida en una empresa... Y cayó Fagor.

Nadie lo hubiera creído.

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