OPINION

La lenta y ridícula agonía del partido que gobernó Cataluña durante décadas

Puigdemont 1
Puigdemont 1

Esta es la triste historia del PDeCAT, el partido que antes se llamó Convergencia, y que gobernó Cataluña con el apoyo del Unio Democrática de Catalunya (CiU) desde 1980 hasta 2003. Y luego, desde 2010 hasta ahora (aunque con alianzas).

CiU fue el partido que permitió gobernar a los partidos de Madrid y fue clave en la consolidación de la España moderna. Sin embargo, mientras apoyaba al PSOE o al PP para que pudieran gobernar el país, fue creando las bases del independentismo catalán, ya sea introduciendo el germen en los libros escolares, subvencionando periodistas y periódicos, y creando instituciones culturales que reinventaron la historia de Cataluña, con un marcado odio a lo que viniera del resto de España.

Una de las primeras consecuencias visibles de aquella lenta pero eficaz campaña fue el millón de personas que asistieron en las calles de Barcelona a celebrar la Diada en 2011, el llamado Día de Cataluña que festeja una fecha histórica.

Las razones de tal éxito eran varias: la labor de adoctrinamiento del gobierno catalán durante años, pero sobre todo que el Tribunal Constitucional había desactivado la reforma del Estatut, que concedía más independencia a las instituciones catalanas. Además, la crisis económica estaba golpeando a las familias catalanas como a cualquier otra, pero los políticos catalanes echaron la culpa al estado central, a Madrid. Y caló.

Con ese estado de ánimo, en 2011, por primera vez en la historia, había mayoría de catalanes que votaban 'sí' a la independencia, según las encuestas.

Lo que sucedió a continuación fue todo menos un plan organizado:CiU, la coalición gobernante en Cataluña, que había obtenido en las eleciones de 2010 los mejores resultados en 15 años, se empezó a hundir. Obtuvo 50 diputados en las elecciones de 2012 (antes 62).

Luego, el presidente de la Generalitat Artur Mas concvocó en 2014 un referéndum falso, al cual no asistió la mayoría de los catalanes. A continuación, en 2015 se rompió la alianza entre Convergencia y Unio. En las elecciones de ese año, Convergencia tuvo que presentarse con una alianza con la izquierda –Junts pel Si–, que ganó pero sin lograr la mayoría. Artur Mas no fue investido presidente. Tuvo que dimitir y su lugar lo ocupó desde entonces Carles Puigdemont, un periodista desconocido que pensaba convertirse en un héroe de masas.

De héroe, nada. Desde entonces, las cosas han ido a peor para su partido, ahora llamado PDeCAT (Partido Demócrata Europeo de Catalunya). A medida que ha desafiado al estado, su proyecto se ha ido desinflando.

Ha despedido a varios consejeros de su gobierno por no estar de acuerdo con su proyecto independentista. El número de catalanes que apoyaría ahora una declaración unilateral de independencia, sigue bajando, hasta el punto de que hoy hay más catalanes que no desean la independencia.

Mientras se acerca la fecha del 1 de octubre, donde hipotéticamente se declarará la independencia unilateral, el proyecto de PDeCAT se va hundiendo y haciendo el ridículo. La Comisión Europea ha dicho que la independencia significaría salir de la UE sin contemplaciones. De nada le ha servido meter la E de Europeo en las siglas del partido.

Las empresas catalanas salen cada mes para instalarse en cualquier punto de la geografía española. Cada vez se alzan más voces de preocupación sobre el impacto de una declaración unilateral de independencia, tanto en la economía, como en las inversiones y la estabilidad social.

Según los últimos sondeos, su socio en Junts Pel Si –ERC– lograría 43 diputados y el PDeCAT, solo 23. Por primera vez en la historia, ya no sería el partido más votado de Cataluña.

Nadie sabe en qué va a terminar esto: ¿fracaso de referéndum independentista como en 2014? ¿convocatoria de elecciones?

Lo que está claro es que el PDeCAt será una de las primeras víctimas, y Puigdemont la segunda.

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