OPINION

Cómo reconstruir una nación tras la bombas: las lecciones de Japón al mundo

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Por estos días siempre se recuerda el lanzamiento de las dos bombas atómicas sobre Japón, en agosto de 1945.

No ha habido batalla ni virus o bacteria que haya matado tanta gente en tan poco tiempo.

Pero Japón se rehizo. Y de eso es lo que quiero hablar.

Japón es hoy la cuarta mayor potencia económica del mundo. Su producto interior bruto es 5,4 billones de dólares (siempre se mide en dólares). Tiene por delante a China, a EEUU y a India. Y por detrás, siguiéndole, Alemania.

Japón exporta coches, maquinaria herramientas (desde excavadoras a grúas), ordenadores, chips, barcos, trenes y un montón de cosas más. Sin embargo, es un país que no tiene muchos recursos naturales.

No tiene petróleo. No tiene gas. Tiene poco territorio agrícola. Tampoco tiene grandes ríos. Debe importar muchas materias primas, desde hierro a carbón, metales preciosos y hasta comida, porque no puede autoabastecerse.

Comparado con Venezuela, Japón sería un país muy pobre porque no tiene los inmensos recursos de Venezuela en minerales, petróleo, ríos y tierras cultivables.

Entonces, ¿qué demonios tiene Japón?

Tiene japoneses.

Los japoneses están considerados uno de los pueblos más laboriosos, disciplinados, alfabetizados y organizados del mundo. Y también uno de los más sufridos. Han sido el único pueblo del mundo en sufrir un ataque de bombas atómicas. Sufren constantemente terremotos, tsunamis y galernas.

Otros pueblos del mundo habrían sido aniquilados, después de tanta desgracia. Pero los japoneses se han levantado, y ahora es uno de los países con mayor ingreso per capita del mundo.

¿Cómo se levantaron tras la guerra? Aplicaron una política inteligente. Redujeron los tipos de interés del banco central. El Banco de Japón otorgó créditos a los bancos locales, que a su vez apoyaron a los conglomerados industriales. Los conglomerados tomaron participaciones en los bancos, y los bancos en los conglomerados. Se llaman keiretsu. Se apoyaron mutuamente y así incluso se protegieron en momentos de crisis y de las fluctuaciones de bolsa. Eso les permite planificar a largo plazo, y proteger el empleo.

Todo salió del espíritu de un pueblo que confía en su sistema y en sus líderes, los cuales no les defraudaron. Lo cual demuestra, que lo importante de un país no son sus recursos naturales, ni riqueza mineral o fluvial. Lo importante es su gente.

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