OPINION

Cataluña: la clave de las próximas semanas no está en los que gritan sino en los que callan

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A lo largo de los últimos años se han celebrado varios simulacros de referéndums sobre la independencia en Cataluña. Unos se han hecho en toda la comunidad. Otros, en un buen número de ayuntamientos. En todos los simulacros los independentistas no han logrado atraer a más del 50% de la población con derecho a voto. La mayoría de los catalanes (más del 50%) no se ha molestado en ir a votar.

La minoría que ha ido a votar, lógicamente, ha votado a favor de la independencia. Pero, repito, es la minoría.

Hace solo diez años, las encuestas realizadas por encargo del gobierno catalán o por periódicos daban a los independientes un 16% de seguidores. Incluso menos. En esa década, el sentimiento independentista ha ido aumentado debido a la crisis económica (Madrid es la culpable de los recortes), y también al rifirrafe con el Constitucional, que declaró inválidos algunos artículos del estatuto catalán de 2006 (solo fue a votar el 48% de los catalanes), pues ponía la palabra 'nación', y además daba preferencia a la lengua catalana sobre el español, entre otras cosas. Era inconstitucional.

Nadie duda de que hay un fuerte deseo independentista en Cataluña, y que ha aumentado en los últimos años. Las manifestaciones de más de un millón de personas en las Diadas de Cataluña el 11 de septiembre lo demuestran en parte. Pero no sabemos a ciencia cierta cuántos de ellos son independentistas fervorosos, cuántos desean un referéndum legal, y cuántos al final, votarían sí a la independencia.

Muchos de los que quieren el referéndum solo lo desean para sentir que Madrid no les tiene que prohibir nada. Pero eso no quiere decir que en el momento decisivo de las urnas apoyaran la secesión.

Con los datos en la mano, se puede seguir diciendo que hay una mayoría (más del 50%) que, sintiéndose muy catalana, no aprueba la independencia por unas u otras razones.

Esa mayoría de catalanes que incluye los que quieren referéndum pero no independencia, y que incluye a los que se sienten muy catalanes pero no desean ni el referéndum, es la que se manifiesta en las encuestas. Pero lo hace silenciosamente.

Por eso, es tan difícil de manejar esta situación: los independentistas radicales tratan en todo momento de demostrar la 'opresión del gobierno de Madrid o de España' (como quieran), y utilizan cualquier argucia para demostrarlo.

El Gobierno central ha tratado hasta ahora se aguantar, usando las leyes constitucionales, sabiendo que la mayoría de los catalanes no aprueba el soberanismo. Pero el problema es que esa mayoría no se manifiesta en las calles, y no lo hará, por lo cual, quienes tiene la herramienta de la propaganda y de las banderas son los más radicales.

Estamos en los momentos críticos. Y aunque la mayoría no vaya a participar en el simulacro de referéndum, esto no significa que baje la tensión. Los soberanistas intentarán someter a presión a la sociedad catalana. La pregunta es qué sentirá esa mayoría si a partir del 1 de octubre, el gobierno empieza a actuar con más contundencia. ¿A quién apoyarán?

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