OPINION

Los periodistas, Cataluña y la verdad que duele: por qué hay que mojarse hasta el final

puigdemont y junqueras
puigdemont y junqueras

Cuando veo en la televisión o en internet las noticias sobre Cataluña me asalta una extraña sensación. Esa sensación no procede de lo que dicen Puigdemont o Junqueras, ni de las provocaciones de la CUP. Procede de ver a los periodistas informar en directo de un mitin independentista, cubrir una manifestación o transmitir las sesiones del Parlament.

Están poniendo sus micrófonos, sus cámaras y sus cuadernos a disposición de unas personas que mienten. ¿Qué sentirán mis compañeros?

Ellos cumplen con la parte positiva de la libertad de expresión que consiste en que cualquier persona puede expresar a la prensa sus opiniones. Nosotros hacemos nuestro trabajo recogiendo y publicando esas opiniones. La parte menos positiva es que hay gente que miente, pero nosotros no podemos parar la retransmisión y decir: "Por cierto, esta persona está mintiendo".

Así es el género informativo que se estudia en las facultades de periodismo de España, de Estados Unidos y de cualquier país civilizado: establece una línea roja. Los periodistas recogen la información, y punto.

Todos los periodistas hemos sufrido esa sensación de volver a la redacción con declaraciones de una persona que miente. Puede ser un político, un empresario o un sindicalista. No hay más remedio. Se publica. Forma parte del derecho a opinar.

Pero en el caso de Cataluña, es como si los periodistas tuviésemos que informar de un meteorito que se acerca a la Tierra y que va a impactar causando una carnicería enorme. Y un señor dice a la cámara que ese meteorito va a ser bueno porque trae las semillas de una nueva civilización.

Por fortuna, el género informativo no es el único que existe en la prensa. También está el articulismo, los editoriales, el columnismo y el reportaje analítico.

Y aquí es donde los periodistas tienen la herramienta para decir en la cara: perdón, ustedes están mintiendo. No es verdad que vayan a seguir en el euro. No es verdad que vayan a seguir en la Unión Europea. No es verdad que la mayoría de los catalanes quiera la independencia. Y no es verdad que hayan sufrido la opresión fiscal y cultural.

Todo eso es mentira y se puede probar mostrando las normas de la UE, las normas del BCE, las encuestas de opinión, los resultados de los referéndums legales e ilegales que se han celebrado en Cataluña desde 1978, y hasta las cuentas de Hacienda.

Muchos periodistas en Cataluña piensan así pero no pueden expresarlo porque serían víctimas de acoso social. Es lo que le ha pasado a El Periódico de Cataluña, que por contar la verdad y aportar las pruebas de un aviso de la CIA a la policía catalana, ha sufrido acoso, amenazas y presiones.

Otros periodistas fuera de Cataluña se quedan impresionados por las manifestaciones y los actos independentistas, y empiezan a mostrar una actitud tibia ante la verdad. Creen que es una inmensa masa social la que apoya a los independentistas. No es así. La mayoría de los catalanes no aprueba la independencia.

¿Y por qué no celebrar un referéndum?

Muchos lo hemos pensado. ¿Y por qué no? Hay varias tazones pero me quedo con una: porque si lo pierden los independentistas, convocarán otro y otro referéndum hasta ganarlo algún día, como dijo Puigdemont. No lo ganarán nunca (es una opinión), pero así estaremos año tras año.

Cataluña es la región más rica de España, cuenta con una envidiable autonomía y destaca en todos los órdenes de la vida económica, social, deportiva y científica. Pero en el orden político, cuenta con una clase de gente que en los últimos años se ha dedicado a fomentar el odio en los colegios, a convertir al Barça en un partido político, en poner a sus comisarios ideológicos en todas las instituciones, y en hacer que todos ellos expandan una enorme mentira.

Los secesionistas pueden aprovechar la libertad de expresión para decir que quieren la independencia. También pueden decir que será buena para Cataluña. Y hasta pueden echar la culpa a Madrid o a Murcia.

Pero los periodistas tenemos que decir sobre Cataluña toda la verdad sin complejos. Si somos tibios, nos arrepentiremos. Significaría abandonar a la mayoría silenciosa catalana.

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