OPINION

El estudio de las tormentas de arena del Sahara las convierte en perfectas para comprender la fiebre de nuestro planeta

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Esta bella fotografía de una tormenta de arena gigantesca fue captada el pasado 1 de julio por el el satélite europeo Envisat (Environmental Satellite) de la ESA, utilizando el instrumento MRIS (Medium Resolution Imaging Spectrometer) con una resolución de 300 metros. El Envisat capturó el enorme frente de arena y polvo a medida que volaba hacia el oeste, saliendo a la mar desde el desierto del Sahara y tocando con su lengua, literalmente, las Islas de Cabo Verde, convirtiendo el ambiente en lo que un canario llamaría "la sofocante calima".

Utilizando los datos de este satélites, y de varios más, científicos de la Universidad de Alabama en Huntsville pasarán los próximos tres años tratando de entender el impacto climático de unos 770 millones de toneladas de polvo que se vierten a la atmósfera cada año desde el Sahara.

El polvo del Sahara vuelve a caer a la tierra antes de salir de África, pero parte de él se expande sobre el Océano Atlántico o el Mediterráneo, siendo llevado por el viento a sitios tan lejanos como América del Sur y el sudeste de Estados Unidos.

Todo ello tiene un impacto no medido en nuestro planeta, como el de servir de abono pulverizado para todo un Amazonas o como soporte vital para el plancton que crece en el Atlántico. Pero aún no se ha presupuestado como influyen las tormentas de arena del Sahara en el calentamiento global.

El polvo es un tipo de partícula, o aerosol, que flota en la atmósfera. La mayoría de las investigaciones recientes sobre los aerosoles se ha centrado en partículas provocadas por los seres humanos, como el humo de los incendios, de las fábricas y otros tipos de contaminación.

Las partículas del humo y de la quema de combustibles fósiles son pequeñas, de tamaño inferior a la micra (la millonésima parte de un metro). Estas minúsculas partículas enfrían la atmósfera porque reflejan la luz solar hacia el espacio antes de que tenga la oportunidad de calentar el aire. Eso significa que llega menos energía solar disponible a la superficie para calentar el planeta.

Las partículas de polvo, por el contrario, tienen un tamaño de + 10 micras (un cabello humano es de unos 100 micras de diámetro) y al ser más grandes absorben algo de radiación solar, convirtiéndola en calor y transmitiendo ese calor al aire. También reflejan radiación hacia el espacio, como pequeños espejos flotantes. Por lo tanto el polvo, a diferencia de los aerosoles más pequeños, actúa de dos formas: calentando y, a la vez, enfriando la atmósfera.

Según estos científicos, los modelos climáticos actuales no son muy precisos en cuanto a este hecho y la forma en que manejan el polvo en suspensión en sus cálculos es errónea; la investigación ayudará a reemplazar los supuestos actuales con datos reales. Una de las cosa que quieren lograr es calcular la reflexión del polvo, porque no todo el polvo que flota es igual.

La composición y la forma de las partículas de polvo es muy compleja. Al ser partículas esféricas, el cálculo de la energía que reflejan lleva mucho tiempo a los ordenadores. Precisamente por este hecho empiezan con el gran Sahara. En primer lugar, el Sahara aporta aproximadamente la mitad de todo el polvo llevado a la atmósfera terrestre cada año.

El polvo del Sahara es también más "prístino" que el polvo de los EE.UU. o de los desiertos asiáticos. El polvo americano, chino o mongol con frecuencia se mezcla con la contaminación de esos lugares, creando un batiburrillo de aerosol y porquería que hace difícil el estudio.

Además, el polvo del Sahara representa un desafío para el desarrollo de nuevos aparatos de medida y espectrómetros. En parte porque está compuesto del mismo material que el desierto que tiene debajo. Eso significa que el polvo en la atmósfera se parece mucho a la superficie de donde parte.

Sólo en los últimos años, con el desarrollo de nuevos instrumentos y técnicas, los científicos han podido "ver" desde el espacio, qué es polvo y qué es desierto, perfeccionando los cálculos sobre cómo un fenómeno meteorológico tan dañino en superficie puede, cuando se eleva, mantener nuestro plantea en estricto equilibrio térmico, que falta le hace.

Una tormenta de Arena en el Sahara vista desde la ISS

Fuente: Waff

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