OPINION

El sufrido trabajo de los caracoles gigantes africanos que controlan la contaminación

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Una planta de aguas residuales de San Petersburgo ha contratado a seis gasterópodos gigantes para trabajar en la vigilancia de las emisiones de su incinerador de residuos. Los caracoles africanos, que pueden alcanzar el tamaño de una rata pequeña, no serán los encargados de sentarse delante del monitor a analizar los sensores de contaminación: ellos serán los sensores, por la forma que tienen de enfermar en contacto con el aire contaminado.

¿Cómo se sabe si un caracol está malo? Aparte de porque le ponen demasiado tomate picante para disfrazar el sabor, generalmente midiendo sus constantes vitales. La empresa que gestiona la planta, Vodokanal, asegura que se trata de un intento serio por mejorar el control sobre lo que sale de la chimenea.

Así que los seis caracoles vivirán en una pecera muy cerca de esta chimenea, con su comedero personalizado siempre lleno de lechuga fresca y andando sobre una bola infinita para que no se vayan muy lejos, mientras permanecen amarrados a su cruel destino. Ese destino es pura ruleta rusa: tres de los caracoles respiran aire puro y los otros tres el aire diluido procedente de la chimenea.

Si unos sensores que miden su ritmo cardíaco y algunos otros signos vitales registran un cambio desfavorable en el comportamiento o el estado de este último grupo, es una señal inmediata de que el aire que procede de la quema de residuos alcanza niveles peligrosos.

Sergei Kholodkevich, el investigador de la Academia Rusa de Ciencias al que se le ocurrió la idea de usar a los caracoles, afirma que los eligió “porque tienen pulmones y respiran aire como las personas". En realidad la cavidad que los caracoles terrestres emplean como “pulmón” se llama cavidad paleal y está debajo de su concha. Y cuanto más grandes, más grandes son sus conchas, de ahí que utilicen caracoles gigantes africanos (Achatina fulica) que pueden llegar a medir 30 cm y pesar 200 gramos.

Los organismos vivos no suelen engañar con su muerte acerca del peligro de distintos tipos de contaminación, por lo que la compañía también está utilizando cangrejos de río para controlar la calidad del agua de la ciudad. "Este es un control es muy estricto para nosotros, porque estamos bajo la mirada de los caracoles y cangrejos de río todo el tiempo".

Desde Greenpeace Rusia, por su parte, alertan que el inusual numerito de los caracoles es una cortina de humo, un simple truco publicitario destinado a distraer la atención de las prácticas peligrosas de la planta, que está bajo sospecha de quemar en su incineradora residuos tóxicos procedentes de la industria, cuando sólo tienen permiso para hacerlo con los residuos de las aguas sanitarias de alcantarillado.

Dmitry Artamonov, quien encabeza la oficina de San Petersburgo de Greenpeace, acusó a Vodokanal de ocultar información sobre los efectos sobre el medio ambiente de la planta y de negarles el permiso para inspeccionar las instalaciones. Y también niega de paso la utilidad de los pobres caracoles, ya que “puede ser difícil para ellos indicar el peligro, ya que sustancias como las dioxinas, por ejemplo, se pueden acumular en el organismo durante un largo período de tiempo y décadas más tarde provocar cáncer".

La planta de Vodokanal en San Petersburgo

Vía Spluch

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