OPINION

Un ejército de misteriosos hombres radiactivos toma el festival Dockville de Hamburgo

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Su forma, homínida. Su estatura, la de un hombre corriente. Su expresión, grave, cabizbaja. Su color, de un blanco brillante.

Son la tropa formada por 100 trajes antiradiación que el colectivo madrileño Luzinterruptus instaló en el festival Dockville de Hamburgo en el mes de agosto, para denunciar con irónico sentido del humor la creciente paranoia por el peligro ante una fuga nuclear, como la ocurrida en la central de Fukushima.

La iniciativa ‘Control Radioactivo’ consistió en llenar una pequeña parcela del recinto con este tipo de trajes, iluminados por dentro con lámparas de luz blanca. El resultado, como podéis apreciar en las fotos, es cuando menos inquietante: una fila tras otra de estáticos monigotes que a cualquier gallego que pasara por allí le habrían recordado a la santa compaña, versión post-apocalipsis nuclear.

Desde el blog de estos artistas urbanos madrileños afirman que el motivo de la intervención era “invitar a reflexionar sobre el uso y abuso de la energía nuclear, barata en términos económicos, pero que puede llegar a ocasionar graves efectos secundarios para el medio ambiente y la salud, irreversibles hasta la eternidad”.

No es, ni mucho menos, la primera vez que Luzinterruptus decide iluminar los aspectos más oscuros de la sociedad urbana. Aunque normalmente actúan en la capital, donde lo mismo llenan las calles aledañas a la puerta del sol de bolsas de la compra que hacen sangrar los muros de las paredessu fama ha traspasado las fronteras nacionales para llevarles a actuar a países como Alemania, New York o Polonia.

Sus obras tienen carácter efímero, como ellos mismos confiesan: “dejamos luces encendidas con la intención de que otros nos las apaguen”. Generalmente, son los servicios de limpieza o algún codicioso transeúnte (¡mira que bonito! ¡quedará genial en la estantería del salón!) quienes ponen fin a la vida de su trabajo.

El ejército del festival indie tuvo la suerte de aguantar unos largos 30 días.

La idea de los chicos de Luzinterruptus no fue la única expresión subversiva del festival. Por allí andaba también trabajando Evol, un artista alemán especializado en tomar elementos del mobiliario urbano y convertirlos en hiperrealistas bloques de viviendas. Al igual que los madrileños, Evol también juega con la efímera vida de sus obras, pero haciendo uso tan sólo de papel, cartón y un poco de habilidad.

Esta vez, su trabajo consistió en la realización de una ciudad en forma de ‘X’ sumergida en una de las praderas del recinto, por donde los curiosos podían transitar el escaso recorrido que sus calles les permitieron.

Aunque, como el mismo artista admite, acostumbrado a trabajar con estructuras ya existentes, lo primero que encontró al llegar (el primero) al festival fue un difícil reto: “sólo encontré pradera sin fin, árboles y el cielo azul. Así que decidí cortar con tan idílico paisaje para demostrar la podrida realidad que esconde debajo. Me llevó 8 días agotadores, sobre todo para quien está acostumbrado a cortar papel”.

Evol, por un lado y Luzinterruptus por el otro, son grupos de artistas acostumbrados a sorprender a los imperturbables urbanitas, muchas veces ajenos a los caminos que recorren a diario rumbo al trabajo. Puede la que próxima vez, sobre todo si vives en Madrid o Berlín, tengas la suerte de cruzarte con algunas de sus obras. Abre bien los ojos.

Fuentes: el blog de luzinterruptus, otro genial artículo sobre ellos en cooking ideas y urbanshit.de

Imágenes: las imágenes de luzinterruptus han sido realizadas por Gustavo Sanabria, puedes encontrar las de Evol en el flickr de evoldaily

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