OPINION

Por amor a la ciencia: cinco trabajos que exigen algo más que vocación

axila
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El progreso científico representa el culmen del control humano sobre el mundo que le rodea. El hecho de haber llegado a ser hoy lo que somos tuvo su origen en una competición contra la naturaleza sembrada de pruebas, éxitos… y sacrificios.

Como el del taxista británico que entregó su cuerpo para ser momificado, el investigador que lleva 40 años recogiendo muestras de axilas o los técnicos de recogida de tejidos humanos, especializados en desguazar cadáveres hasta extraer las “partes buenas”. Hoy os presentamos la prueba irrefutable de que para que la ciencia avance, alguien tiene que hacer el trabajo sucio.

Identificador de olores sobacales

Al igual que tus huellas dactilares, los dientes o el mismo ADN, tu olor corporal es único y podría servir para identificarte. Sólo que la dieta, medicamentos, perfumes y desodorantes entre muchos otros factores son capaces de alterarlo.

Por ese motivo, tanto en el Centro de Sentido Químicos Monell en Philadelphia como en la Universidad Internacional de Florida tratan de aislar los componentes que nos confieren nuestro olor particular.

Desde 1973, George Preti, investigador del centro Monell, recoge muestras de olor localizadas en axilas, boca y orina a las que somete al ataque de disolventes y un proceso denominado ‘micro-extracción de fase sólida’ para tratar de aislar los patógenos externos que influyen en el olor corporal. Finalmente las pruebas son depositadas en un congelador cuya fragancia no queremos ni imaginarnos.

Aunque el objetivo inicial de estudio aún se revela esquivo. Este ‘banco de olores’ se ha demostrado útil en la investigación contra el cáncer. Actualmente se está trabajando en un detector para ciertos tipos de cáncer que liberan biomarcadores volátiles al aire, como el melanoma o el cáncer de ovario.

Fuente: popsci.

Futura momia

Alan Billis fue un taxista británico de 61 años diagnosticado con cáncer terminal de pulmón cuando leyó un anuncio  del periódico que decía: “se precisan voluntarios con enfermedades terminales dispuestos a donar su cuerpo para una momificación". Contando con el apoyo de su familia, Billis accedió a someterse al tratamiento post-mortem.

Todo el proceso fue filmado y emitido en el documental 'Mummifying Alan: Egypt's Last Secret'. Donde además de ver y oír a Alan aún en vida dando su opinión del asunto: "Si la gente no está más dispuesta a donar sus cuerpos a la ciencia, entonces será difícil investigar nada", también se recogía el proceso de momificación cuyos responsables calificaron como "exitoso".

En la misma línea, el célebre egiptólo Bob Brier emuló el mismo ritual con otro cuerpo donado a la ciencia en 1994. Fue filmado todo el tiempo por cámaras del National Geographic, lo que le sirvió para ganarse el apodo coloquial de ‘Mr. Momia’, como se le conoce desde entonces.

Visto en El Mundo.

Recolector de tejidos de cadáveres

¿Qué sucede cuando morimos y somos donantes de órganos? Que nos convertimos en un surtidor de recambios en buen estado con fecha de caducidad.

Es el momento en que aparecen estos individuos que, bisturí y nevera en mano, proceden al despiece de las partes más aprovechables: la piel de la parte posterior de la pierna será usada para injertos, los huesos de brazos y piernas pueden ser molidos para crear una masilla que rellene otros huesos dañados, las válvulas del corazón podrán reemplazar la de otro en mal estado, y así… la sustracción puede requerir hasta las diez horas.

El ‘producto’ obtenido es después llevado a un centro de procesado, donde se le aplica un lavado a fondo para después ser criogenizado hasta que se necesite.

“La verdad que para trabajar en esto necesitas ser una persona peculiar”, admite uno de estos técnicos, “pero el cuerpo de un solo donante puede ayudar hasta a 50 personas”.

Visto en popsci.

Taladrador de ballenas

Entre los empleados del Museo  de Historia Natural de Santa Barbara, California, figura Michelle Berman, especialista en vertebrados marinos. Cuando una ballena muere varada en la costa, ella y su equipo proceden a examinar los restos, y no es tarea fácil.

Protegidos por un chubasquero, el primer paso es abrirse paso entre las capas de grasa hasta llegar a la cavidad torácica. Después toca recoger muestras órgano por órgano y extraerlos del cuerpo (muchas veces usando maquinaria pesada).

Si no resultara ya bastante desagradable, los científicos deben trabajar sumergidos en sangre y el olor a descomposición. Según avanza el proceso de putrefacción, se van acumulando más y más gases en el interior de los órganos del animal. “Un mal corte puede terminar desparramando tripas por toda la playa” asegura Berman, a quien ya le explotó un delfín hace algún tiempo.

Gracias a este poco agradecido trabajo, Michelle Berman es capaz de averiguar la causa de muerte de esos animales o cambios traumáticos en su hábitat.

Visto en popsci.

Transplandor fecal

La automedicación y el abuso de antibióticos ha terminado generando la mutación de algunos tipos de bacterias capaces de resistir los medicamentos. Una de estas superbacterias, llamada Clostridium difficile, es la responsable de entre 5.000 y 20.000 muertes al año sólo en Estados Unidos. Sus síntomas característicos son vómitos, diarrea, septicemia e insuficiencia renal.

Para combatirla, uno de los métodos empleados en algunos hospitales del país norteamericano consiste en trasvasar el intestino del enfermo con excrementos sanos, para así repoblarlo con bacterias probióticas y estimularlo a funcionar.

Este método, denominado trasplante fecal, se realiza introduciendo los excrementos sanos a través de un tubo introducido por la nariz del paciente hasta su intestino delgado.

Aunque en primera instancia  parece satisfactorio, todavía no existen estudios clínicos que demuestren 100% su efectividad. Hay que ser bastante estoico para aguantar un río de heces líquidas corriendo por tu  nariz.

Visto en popsci.

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