OPINION

Violencia y culturas del honor: Apalaches, Sicilia y Vascongadas

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En su último libro -"Fueras de serie" ("Outliers")- Malcom Gladwell analiza la cultura de la violencia en el sur de Estados Unidos, concretamente en las estribaciones de la cordillera de los Apalaches. Durante el siglo XIX fue la zona más violenta del país y aún hoy registra unos índices de asesinatos -que no de robos: los delitos entre desconocidos son menos frecuentes- más altos del territorio. Gladwell achaca esta proclividad a la violencia a lo que llama "culturas del honor", entre las que se incluyen grupos humanos procedentes de un entorno geográfico similar, como los escoses de las tierras bajas, los sicilianos o los vascos.

He aquí su razonamiento:

"Las culturas del honor tienden a echar raíces en tierras altas y otras áreas menos fértiles, como Sicilia o la región de los montes vascos, en España. La explicación es que, si uno vive sobre alguna ladera rocosa, no puede cultivar la tierra, así que probablemente se dedique a criar cabras u ovejas; y la clase de cultura que se desarrolla alrededor del pastoreo es muy diferente de la cultura que se desarrolla alrededor de la agricultura. La supervivencia de un labrador depende de la cooperación con los demás dentro de la comunidad. Pero un pastor está solo. Un labrador tampoco tiene que preocuparse de que le roben el sustento por la noche, porque no es fácil robar cosechas a no ser, por supuesto, que el ladrón quiera molestarse en cosechar un campo entero él solo antes de ser descubierto. Pero un pastor sí tiene que preocuparse. Está bajo constante amenaza de ruinar por pérdida de sus animales. Así que tiene que ser agresivo: tiene que aclarar, con palabras y con hechos, que no es un hombre débil. Tiene que estar dispuesto a luchar en respuesta al menor desafío a su reputación: eso es lo que significa "la cultura del honor". Es un mundo donde la reputación de un hombre está en el centro de su sustento y su autoestima."

En los últimos 40 años del siglo XIX en un condado de Kentucky se contabilizaron más de mil asesinatos, una cifra desmesurada para una región que nunca superó los 15.000 habitantes. Para Gladwell el origen de esta violencia está en la procedencia de los inmigrantes británicos:

"(...) Los llamados estados del backcountry americano fueron poblados por una mayoría abrumadora de inmigrantes impregnados de una de las culturas del honor más feroces del mundo: la de los "irlandeses-escoceses", es decir, los habitantes de las tierras bajas de Escocia, los condados del norte de Inglaterra y la región del Ulster en Irlanda del Norte. (...) Esta gente cerrada, que respondía a la dureza y las tribulaciones de su entorno estrechando al máximo los lazos familiares y poniendo la lealtad a la sangre por encima de todo lo demás (...) se desplazaron al interior del continente, a lugares remotos, fuera de la ley, rocosos y poco fértiles, que les permitían reproducir en el Nuevo Mundo la cultura del honor que habían creado en el Viejo".

Lo curioso del caso es que aunque las condiciones sociales actuales no se parecen en nada a las de hace siglo y pico, el patrón de conducta del sur de EEUU sigue reconociéndose en aquellas raíces. Para demostrarlo, Gladwell se apoya en un texto del sociólogo Shelton Reed ("One South: an ethnic approach to regional culture"):

"El tipo de homicidio en el que el Sur parece haberse especializado es aquel en el que la víctima muere a manos de alguien que conoce, por motivos que tanto el asesino como la víctima entienden (...) Las estadísticas demuestran que los sureños que se mantienen al margen de los conflictos y no cometen adulterio están tan salvos como cualquier otro americano, probablemente más".

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