OPINION

El verdadero lujo asiático: elefantes nadadores que trasladan a sus dueños en los colmillos

ELEFANTE1
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Esta fotografía, tomada por el italiano Cesare Naldi en las Islas Andaman, un remoto archipiélago en el golfo de Bengala, ganó el primer premio en el Concurso Internacional de Fotografía Nacional Geographic de diciembre pasado.

En aquellas paradisiacas islas vive Rajan, un elefante de 60 años que ha trabajado toda su vida en la tala de árboles para las empresas madereras. Los elefantes de las islas Andaman son capaces de nadar largas distancias por el mar. Cada día, después de una dura jornada de trabajo en la madera, los elefantes regresaban nadando de isla a isla conducidos por sus cuidadores.

Pero en 2002 se prohibió la tala en el archipiélago y la mayor parte de los 200 elefantes trabajadores fueron enviados de vuelta al continente indio (esta vez en barco, gracias a Ganesha).

Todos menos Rajan, que fue mantenido por su propietario, que le había cogido cariño y no tenía ningún deseo de verlo salir de Havelock Island, por lo que le propuso 33 plátanos por año trabajado y una excendencia/existencia feliz nadando en las aguas cristalinas de uno de los lugares más bellos del mundo.

Pero ¿nadan los elefantes? En 2008, expertos de las Universidad de Oxford, en el Reino Unido, revelaron que unos fósiles hallados en Egipto correspondían a un ancestro del elefante, que vivía hace 37 millones de años en el agua y tenía costumbres similares a las del hipopótamo.

Por eso los elefantes se mueven de una forma tan efectividad en el líquido elemento, utilizando su trompa como periscopio respirador mientras bucean durante kilómetros sin sacar la cabeza, dejando que sus toneladas floten grácilmente en el agua, como hace Rajan.

Hace dos años un templo de Kerala, viendo facultades divinas (y trabajadoras) en el animal, ofreció 60.000 € por el elefante y Rajan casi tuvo que salir de la isla por la presión de las autoridades religiosas, pero un complejo turístico de la zona lanzó una campaña para recaudar los fondos necesarios para mantenerlo en la isla con su dueño.

Desde entonces, Rajan y Nasru se han convertido en una atracción para la zona. Lo único que tiene que hacer Rajan es sumergirse en el agua para nadar placenteramente, regalando a su dueño un impagable paseo entre sus colmillos. Nasru decidió cambiar los 60.000 € que le hubiera costado el yate de sus sueños por esta forma de navegar junto con su mejor amigo.

Y ha salido ganando, sin ningún lugar a dudas.

Vía National Geographic

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