OPINION

Pescador captura un submarinista de 80 kilos con la caña

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¿Se te ocurre algo peor que te saquen del agua cuando estás buceando a 15 metros de profundidad? Sí, que lo hagan con un anzuelo de cinco centímetros y atrapado por la entrepierna...

Le sucedió a John Goldfinch, un pescador de 61 años, que se encontraba buscando caballas con tres amigos por Budleigh Salterton, Inglaterra. Cuando el sedal se tensó, el enorme peso les hizo pensar que habían hecho la captura de sus vidas. En cierta manera, tenían razón.

Habían pescado uno de los gordos. El problema es que comer su carne plantea serios dilemas morales y además es considerado delito. Se trataba de un desventurado buceador, atrapado por la entrepierna del traje de neopreno (¡uf!) e izado hasta la superficie para sorpresa de todos.

Curiosamente, el hombre-rana estaba más sorprendido que enfadado. Por encima de las carcajadas de sus colegas, que no podían tenerse en pie, Goldfinch acertó a disculparse: “Lo siento, no te he podido ver ahí dentro” a lo que la ‘captura’ simplemente respondió que “está muy oscuro allá abajo”.

Para darle más inri al asunto, la novia del submarinista salió poco después a la superficie, pero tampoco parecía nada alarmada: “deshizo los aparejos, ayudó a su ileso novio a quitarse el anzuelo de la entrepierna y me lo devolvió todo con unas disculpas” dice John Goldfinch.

Por suerte para el anónimo submarinista y su futura descendencia el incidente sólo quedó en el susto. Si hubiera llevado la boya de seguridad, obligatoria para señalar la presencia de buceadores, el bueno de John y sus amigos habrían captado su presencia desde lejos. Estos aparejos están pensados principalmente para que las embarcaciones no atropellen a submarinistas que se encuentren cerca de la superficie, accidente mucho más común que el que les sucedió a nuestros protagonistas.

¿Por qué la pareja no llevaba la boya? Sólo ellos los saben. La primera vez tuvieron suerte, quien sabe si la segunda será un barco, otro pescador, o un helicóptero contra incendios (dándole un nuevo giro a la leyenda urbana del submarinista calcinado) los que puedan dar al traste de una forma mucho más violenta a un idílico día de buceo.

Cuando uno de los amigos de Goldfinch, que ahora disfruta contándole la aventura a todo el mundo, le pregunta si esta situación es algo que suceda con frecuencia, él responde: “Una vez en la vida”:

Su esposa, la señora Goldfinch dijo sentirse muy contenta tras enterarse de la historia. “Si lo hubiese traído no me lo habría podido comer entero”.

Fuentes: telegraph.co.uk, cibertrolasa-alvarez.com

Imágenes: telegraph.co.ukexpress.co.uk

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