OPINION

Retorno a la isla de las muñecas siniestras

balda_citoyen
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Siempre que un muñeco aparece vejado y abandonado a su suerte en medio de un descampado nos quedamos mirándolo pensando si será posible que reaparezca por la noche para darnos un abrazo cariñoso. Un polímero con forma humanoide resulta a veces más cercano que muchas personas que nos cruzamos cada día. Cuando a un muñeco se le cae un ojo, se le rompen las piernas o se le quema la cara, resulta un poco difícil aceptar que sigue sonriendo como si nada. Uno tiende a pensar que el muñeco trama algo. Por eso, si en vez de un solo muñeco en un descampado, descubrimos centenares de muñecos pochos en un mismo sitio, nos recorre un escalofrío.

Diréis que esto solo pasa en las películas. Pues no. Pasa en Xochimilco, México. Dentro del Distrito Federal, y a dos horas en barca a través de unos canales poco profundos en medio de una exuberante vegetación, se llega a una isla habitada casi en exclusiva por muñecos abandonados que cuelgan de los árboles, se sientan a la espera de visitantes, o permanecen atados a postes, o ahorcados en las vigas de las posesiones de Anastasio Santana, sobrino del hombre responsable de este extraño enclave turístico.

Foto de Julián Santana.

A pesar de que la rumorología dice que Julián Santana empezó a poner muñecos para ahuyentar al espíritu de su hija ahogada, su sobrino Anastasio dice que la historia es algo diferente: Su tío, agricultor, empezó a quejarse hace cincuenta años de las apariciones de una mujer ahogada en esas mismas aguas. Para calmarla, empezó a coger algunas muñecas que aparecían en los canales.

El espíritu debía de ser de mal conformar, con lo que tuvo que recoger unos cuantos muñecos, y suponemos que de la obligación nació la afición. También, en épocas de escasez, algunas personas le cambiaban a Don Julián muñecas rotas por comida. El caso es que, lejos de ahuyentar al espíritu, atrajo a los turistas. Los más curiosos y pacientes, pues a las dos horas de trayecto hay que sumar los olores no siempre agradables de los canales, que coinciden con las tareas del Sistema de Drenaje Profundo de la Ciudad de México, de donde suponemos que sale tanta muñeca chunga.

De hecho,  Julián Santana murió  en el 2001 de un infarto de miocardio en el mismo lugar donde decía que se aparecía la mujer. Desde entonces, por su cuenta, la Isla ha crecido y ha desarrollado sus propias leyendas. Se dice que un hombre simuló sexo con una de las muñecas y que murió al poco tiempo. También se dice que, de cuando en cuando, los mecanismos  rotos funcionan y los muñecos lloran, ríen, o llaman a sus madres. Incluso una de ellas (que se supone que representa a la mujer ahogada) es adorada como una pequeña deidad. Los turistas le ofrecen dinero y pequeños regalos para que interceda por ellos en problemas de difícil solución o en pequeños ruegos.

Los muñecos, por efecto del sol, la lluvia, el aire, y los hongos, se van deformando poco a poco. Algunos han sido modificados y cosidos por ejemplo al cuerpo de un pez disecado o a objetos de otra naturaleza. Si está usted por México y le apetece pasar dos horas en una trajinera (barca), aproveche y visite este sitio, que los muñecos viven para siempre, pero usted no.

Para llegar a Xochimilco siga la flecha.

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