OPINION

Nuevas tendencias en el mundo de las estatuas humanas

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Han pasado más de 20 años desde que las primeras estatuas humanas empezaron a poblar las calles de las ciudades. Aquellos rudimentarios figurantes solían ser politoxicómanos que hacían virtud del conocido hieratismo inducido por los opiáceos: una escalera, un chándal y un cachorro de gatito era todo lo que necesitaban para pagarse la "kunda" aquellas primigenias estatuas humanas.

Mucho ha cambiado desde entonces este sector de la economía sumergida, a mitad de camino entre la performance y la marginalidad: los disfraces se han sofisticado, los actores se han profesionalizado y han incorporado sofisticadas innovaciones, como la levitación en tándem, que en un breve período se han impuesto a otras opciones menos imaginativas.

He aquí un somero repaso a las últimas tendencias en un sector que cada vez atrae a más parados.

El hombre invisible

Señores altísimos que aparentemente no tienen cabeza, porque el cogote les llega al cuello de la camisa. Un sombrero y unas gafas completan el “efecto hombre invisible”, una sensación que se pierde al cruzarte con el cuarto invisible en la Plaza Mayor.

A favor: La inmovilidad es accesoria y, en todo caso, no exige inmovilizar el rictus facial del figurante. Se puede completar la jornada laboral sentado en una silla plegable.

En contra: La imposibilidad del contacto ocular entre transeúnte e intérprete elimina cualquier atisbo de empatía.

El borrachín

El mismo individuo que provocaría la desaprobación del abstemio y el oprobio del bienpensante consigue ganarse unos maravedíes imitando a un dipsomaníaco con su pose descuidada.

A favor: Con diferencia, la estatua más cómoda que puede representarse hoy en día. El intérprete puede incluso trabajar durmiendo.

En contra: Que la autoridad te confunda con un borracho genuino.

Motivos vegetales y artísticos

Estatuas que emulan otras estatuas, árboles majestuosos y figuras mitológicas de amplio espectro pueblan Las Ramblas de Barcelona con desigual éxito.

A favor: La espectacularidad de la propuesta suele ser directamente proporcional a los ingresos generados, aunque…

En contra: … Inversamente proporcional a la comodidad del disfraz. Lo uno por lo otro.

No somos máquinas ni roboces

Un robot de un futuro cercanísimo, elaborado con botellas de refresco de dos litros.

A favor: A los niños les encanta, y encima se llevan una lección práctica de reciclaje.

En contra: La capa de plástico eleva la temperatura dentro del disfraz a nivel invernadero de tomates en Almería.

Hombre azotado por el viento

Todo un clásico de la madrileña calle Preciados durante varias temporadas: el paraguas, la corbata y el ”pelo patrás” consiguen el efecto óptico de un hombre azotado por un vendaval.

A favor: Sencillo a la par que efectista. Una tentación para un turista con cámara, valga la redundancia.

En contra: Inoperante en lugares ventosos, como Cádiz o Fuerteventura: cuando sopla el cierzo sólo es uno más.

El lisiado

Caballero sin pierninas subido en un pedestal, como la “mierda de héroe mutilado” que cantaba La Polla Records.

A favor: Postura cómoda para el figurante y fuerte efecto emocional en el espectador.

En contra: Mal rollo.

Los señores levitantes

¡ATENCIÓN: LA ÚLTIMA FOTO ES UN ESPOILER DEL TRUCO LEVITANTE. NO LA VEAS SI NO QUIERES PERDER LA ILUSIÓN (ÓPTICA)!

Los señores levitantes

La última hornada de estatuas humanas tiene en común utilizar una estructura secreta para crear el efecto óptico de uno o dos individuos en levitación.

A favor: El público se queda bizco intentando desentrañar el truco. Ver una estatua y disparar la foto es todo uno.

En contra: Las diez primeras veces hace gracia. Después cansa. Además, muchos curiosos disparan la foto y se van sin aportar la dádiva. Y ponte a perseguirlos…

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