OPINION

Los trucos catódicos de Jordi Évole

JAUME MATAS JORDI EVOLE SALVADOS
JAUME MATAS JORDI EVOLE SALVADOS

La Sexta cuenta en su programación con grandes productos dramáticos como Alcatraz, Crematorio… Aunque, también podríamos incluir en esta lista a Salvados. Porque el programa de Jordi Évole, que ayer batió récord de audiencia rozando un 10 por ciento de share, consigue fusionar la curiosidad más cercana del periodismo con el montaje envolvente de la mejor serie de ficción.

Salvados no es CSI, tampoco es una película de Alfred Hitchcok, pero bebe de muchos de los trucos de los grandes maestros del suspense. Así se logra que el resultado final del programa irradie una emoción cautivadora, con un instinto televisivo apabullante. Y es ahí donde cobran importancia las miradas y los silencios.

En esta línea, anoche el arranque del espacio contó con una presentación que parecía sacada de las Historias para no dormir de Chicho Ibáñez Serrador. Y es que Salvados empezó con un trabajado prólogo que nos mostró con intriga e incertidumbre los pasillos del hotel donde se iba a celebrar la esperada conversación entre Évole y Jaume Matas. Parecía el lugar del crimen. No lo fue, pero casi.

La charla entre el expresidente de Baleares y el exFollonero estuvo salpicada de otras tramas paralelas que ayudaban a completar la información. Por ejemplo, Évole acudió a las inmediaciones del famoso palacete de Pedralbes, propiedad de los Duques de Palma, para explicar, junto al periodista de Vanity Fair David González, un poco más de los negocios de Iñaki Urdangarin. Durante esta grabación, por casualidad, la puerta del garaje del controvertido inmueble se abrió. De nuevo, el equipo de Évole supo aprovechar ese instante anecdótico. Lo hicieron plantando música de tensión sobre la imagen: parecía que se estaba abriendo la puerta de la casa de American horror story.

Puede gustar más o menos el espacio de Jordi Évole, pero es elogiable la capacidad del periodista para preguntar lo que le pasa por la cabeza al espectador, retratar a los entrevistados a conciencia y, además, romper los tubúes del periodismo encorsetado. También hay que reconocer el trabajo que hay detrás de Salvados, un equipo que graba 30 horas semanales para 47 minutos de reportaje. De ahí la perfección del formato: rodar mucho para quedarse sólo con lo realmente interesante.

Al final, Salvados demuestra que se puede hablar de la actualidad que nos preocupa con guiños cómplices a la audiencia, sentido del humor y espíritu crítico, aprovechando las posibilidades del lenguaje versatil de la tele y logrando declaraciones valiosas que despiertan pasiones, como cuando Matas sentenció ayer eso de que "No todos somos iguales".

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