OPINION

Cinco secretos que ha aprendido Londres de la ceremonia olímpica inaugural de Barcelona`92

CEREMONIA BARCELONA 92
CEREMONIA BARCELONA 92
VISTA GENERAL DEL ESTADIO OLÍMPICO EN LA CEREMONIA DE INAUGURACIÓN DE LA XXV OLIMPIADA DE BARCELONA 92

Danny Boyle, director de Trainspotting y ganador de un Oscar por Slumdog Millionaire, es el responsable de la ceremonia inaugural de Londres 2012. A pesar del pacto de silencio, ya ha trascendido que será un acto mastodóntico en el que participarán más de 10.000 personas en escena y que ha costado 32 millones de euros, la mitad que la apertura de los JJ.OO. de Pekín de hace cuatro años.

Este acontecimiento mundial, que se podrá seguir a través de La 1 de TVE a partir de las 9.45 de la noche, seguirá bebiendo de elementos que incorporó con maestría la apertura de Barcelona’92. Una ciudad que reinventó para siempre la forma de entender y sentir las galas olímpicas.

Uno. El espectáculo de lo imprevisible.

Barcelona’92 incorporó un nuevo lenguaje desde los primeros instantes. Los responsables de las ceremonias de apertura y clausura, encabezados por dos grandes publicitarios, Luis Bassat y Pepo Sol, tuvieron claro que había que huir de los habituales faustos que mostraban un mundo idealizado, feliz y perfecto para enseñar la realidad del mediterráneo: con lo bueno, lo malo… y lo salvaje. La Fura dels Baus puso el resto. En el Estadio Olímpico de Montjuic hubo soles, mares, caos, cuerpos… se representó la guerra, el dolor, el sida e, incluso, apareció Hércules. Se había terminado con la gala idealizada, con desfiles casi militarizados, que convertían el evento en algo frío y previsible. Barcelona inauguró la ceremonia comprometida, casi artesanal y con instantes para la reflexión. Esta noche, Danny Boyle hará lo mismo desde Londres. Habrá referencias a la campiña inglesa o a la revolución industrial. Eso sí, con mayor inversión económica (las galas de Barcelona´92 no llegaron a los 2 millones de euros) e incorporando la aparición de animales en el espectáculo, algo que está despertando polémicas entre las asociaciones protectoras.

Dos. La televisión cómplice.

En la historia de los JJ.OO. la televisión miraba como un espectador más las ceremonias de apertura y clausura, desde la barrera. A partir de Barcelona’92 la tele era arte y parte del evento. Estaba todo medido para que la realización catódica envolviera e impulsara lo que estaba sucediendo en el Estadio Olímpico. Pocos planos fueron fruto de la casualidad. La expresividad era la meta. Y una cámara desde un helicóptero regaló unas imágenes espectacularmente memorables de aquella noche barcelonesa, noche en la que gracias a la televisión se logró transmitir a los cinco continentes la pasión de una ciudad que gritó, a coro, “¡Hola!” al mundo.

Tres. Los artistas entregados.

El prestigioso publicista Luis Bassat, presidente de la organización de las ceremonias de Barcelona, sólo tenía una peseta para pagar a cada gran artista que debía participar en el sarao. Todos aceptaron. El reto lo merecía. Pepo Sol quería mezclar géneros y propuestas que representaran un país tan variopinto como talentoso. Y arriesgó con Montserrat Caballé, Josep Carreras, Placido Domingo, Cristina Hoyos, Alfredo Kraus, Aume Aragall, Teresa Berganza y, por supuesto, tampoco faltó la rumba catalana de Peret, en la clausura. Esta noche, ya se ha filtrado que estará Paul Mccartney. No podía ser de otra manera.

Cuatro. La ilusión contagiosa.

Los ciudadanos, que inundaban las calles y el estadio olímpico, fueron el otro gran protagonista de las ceremonias. Barcelona demostró una ilusión acogedora y activa que traspasó las conexiones vía satélite. El público estaba entregado, se sentía protagonista vivo y desprendía que lo estaba disfrutando. Además, las ceremonias propiciaron un público partícipe, que desde su asiento tenía tareas encomendadas con pequeñas luces de feria. Cualquiera que estaba en el Estadio de Montjuic tenía su cometido. ¿Lo vivirán así esta noche los británicos? Boyle quiere que sí.

Cinco. La emoción tensa.

El momento culmen de la gala de apertura fue cuando el arquero Antonio Rebollo lanzó en la diana del pebetero el fuego olímpico. Lo hizo a través de su flecha. Acertó, sí. Pero en los ensayos no estuvo siempre tan atinado. De hecho, había un mecanismo que activaba el pebetero sí o sí. Fue el gran instante para pasar a la posteridad y arañar el nervio de la millonaria audiencia. ¿Acertó realmente el tirador? Una original puesta en escena, tan espectacular como tensa, que no olvidó de mimar una banda sonora que aumentaba la emoción del momento. Rebollo encendió el pebetero. Y el zoom calculado del cámara aupó una imagen que ha quedado tatuada en la retina de un país, en la resaca creativa de los años ochenta, que descubrió lo que era capaz de conseguir con audacia, ilusión y talento. ¿Cómo será el encendido del pebetero de Londres?

http://www.youtube.com/watch?v=xA4vycq-E5k

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