OPINION

¿Por qué el jurado de ‘La Voz’ lleva siempre la misma ropa?

JURADO DE LA VOZ MISMA ROPA
JURADO DE LA VOZ MISMA ROPA

David Bisbal, Melendi, Malú y Rosario Flores siguen, esta noche, seleccionando artistas en la que será la penúltima entrega de las “audiciones a ciegas” de La Voz. Y no, hoy tampoco se cambiarán de ropa. No.

Y no es porque no sean aseados, ni porque no tengan más trapos en su fondo de armario, ni porque hayan grabado todo el mismo día.  El jurado de La Voz ha tenido que repetir modelito para que no existieran saltos de montaje en los cástings ciegos. ¿Por qué? La grabación de estas audiciones se realizó en cinco días diferentes, pero el orden de salida de los concursantes en emisión no corresponde con el turno real en el que participaron. El orden se ha decidido posteriormente, en el proceso de montaje del programa. Es la magia (y trampa) de la televisión.

Si los coaches de La Voz hubieran llevado diferente ropa en cada jornada de grabación, los programas estarían repletos de problemas de continuidad. Quedaría muy raro ver a Rosario, Malú, Melendi y Bisbal aparecer con una ropa diferente en cada canción. Al espectador le chocaría esa ruptura temporal.

Y es que en La Voz todo está planificado: se grabaron todos los cástings ciegos y, después, en postproducción, se han ido ordenando las actuaciones para aguantar el interés del público por el programa durante las semanas y durante las horas de emisión del miércoles noche. Con este truco catódico, la dirección del programa ha podido calcular el momento más idóneo en el que debía aparecer cada artista, para mantener fuerte el interés de la audiencia por el espectáculo e intentar huir del desgaste de la monotonía.

En definitiva, así se construye el ritmo de La Voz: modificando la escalenta del show a través del juego que da televisivamente cada participante, cada decisión del jurado o cada reacción de los familiares. Y esta coreografía de elementos con poder televisivo no se puede prever.

Por lo tanto, nunca fue casual que los responsables del programa decidieran estrenar el concurso con el vozarrón de Mara, una canaria con un padre que funcionaba muy bien ante las cámaras (terminó por los suelos), contagiando así, en el primer asalto, el espíritu del talent show al público en casa. De hecho, justo después de calentar a los espectadores con esta primera actuación, La Voz presentó a una de sus concursantes más inesperadas: Maika, con su impresionante voz de hombre. Funcionó: la audiencia quedó enganchada al formato en ese mismo instante. Era el sorprendente as en la manga del programa. No podía ser dejado al azar.

Con las audiciones ya grabadas al completo, los responsables del espacio pueden trastear con los elementos a su antojo, para conseguir una escaleta perfecta que deje al espectador pegado a la pantalla, con sus altos y sus bajos: de música, de risas, de conflictos o de emoción. Y, por eso mismo, era fundamental que los cuatro coaches llevaran la misma ropa los cinco días en plató, para que todo pudiera ser utilizado, mezclado y reordenado estrategicamente en cualquier instante de la emisión del programa. Eso sí, Bisbal, Melendi, Malú y Rosario tenían diferentes mudas del mismo modelito. Porque, por encima de las exigencias del montaje, este jurado es muy limpio.

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