OPINION

Lo que aprendimos de la televisión en 2012

LO QUE APRENDI DE LA TELEVISION EN 2012
LO QUE APRENDI DE LA TELEVISION EN 2012

Terminó 2012. Con él se van doce meses en los que hemos seguido aprendiendo de la televisión. Porque de la televisión se aprende. Y no sólo viendo los documentales de La 2, que también.

De la televisión de 2012 aprendimos que tenemos menos presupuesto, pero mantenemos grandes ideas; que exportamos programas al extranjero como nunca y que Tu cara me suena lo ven 200 millones de chinos; que El Hormiguero se puede convertir en un espectáculo de cruceros; que para entrar en Gran Hermano basta con pagar casi 70.000 euros, aunque luego termines siendo un presunto delincuente; que Aída sigue siendo Aída sin Aída.

De la televisión de 2012 aprendimos lo que significa tener una voz "calentita" o ser "una monstrua"; que los franceses prefieren el crimen de CSI antes que el amor de Pretty Woman; que Buenafuente se niega a dejar de ser Buenafuente; que en Telecinco saben convertir sus estrenos en acontecimientos estratosféricos en los que nada es imposible; que el Loco de la Colina sabe cómo entrevistar literalmente a un toro (con silencios incluidos); que Arguiñano dice lo que siente mientras cocina sin miedo a represalias del poder.

De la televisión de 2012 aprendimos que hay que seguir enriqueciéndonos con nuestra creativa historia catódica para lograr un futuro audiovisual más fértil; que un programa de cocina también puede quitar el apetito; que una serie norteamericana como Juego de Tronos es capaz de mostrar decapitado a George Bush; que una entrevista a la carta con Julia Otero puede conquistar al espectador de prime time, que los sabios de Saber y Ganar llevan 15 años ganando menos que un colaborador de Sálvame; que Jesús Vázquez cuenta con una rapidez de reflejos a prueba de bombas ante cualquier atisbo de caos en un plató; que Mónica Naranjo es pura espontaneidad como miembra de jurado; que David Letterman continúa manteniendo su esencia en el late night norteamericano tras 30 años en emisión. Lo logra gracias a su comedia imprevisible y sus entrevistados entregados.

De la televisión de 2012 aprendimos que están regresando las grandes audiencias, pues volvemos a tener sólo dos grandes cadenas competitivas; que se puede realizar una fusión sin dañar la personalidad pública de la emisora absorbida; que en La 2 hay una fábrica de ideas, que echaremos de menos la complicidad de Miliki; que podemos producir en España talents shows (El Número Uno) con una factura internacional que nada tiene que envidiar a X Factor o American Idol; que el Pirulí entró en la treintena; que un abogado del estado está capacitado para presidir una radio televisión pública; que el carisma está infravalorado; que de nuevo deberemos adaptar nuestras antenas para recibir la TDT.

De la televisión de 2012 aprendimos que la política aún guarda tristes listas negras de periodistas; que el interés particular puede predominar al bien común, pero que la honestidad crítica nos salvará; que la BBC fue capaz de vender su edificio más mítico; que el montaje irónico y los soniquetes reconocibles son claves para impulsar un formato como ¿Quién quiere casarse con mi hijo?; que unas entrañables abuelas rusas pueden quedar segundas en Eurovisión; que pasamos 246 minutos al día frente al televisor; que atesoramos calidad en serie con Gran Hotel o Isabel; que la red social cuenta con fuerza para herir la salud de programas de televisión; que los trabajadores de algunas autonómicas pagan los platos rotos de nefastas gestiones de directivos ajenos al medio; que la imagen de marca es básica para crear sentimiento de cadena.

De la televisión de 2012 aprendimos que hay series de hombres lobo sin hombres lobo; que para salir en el Telediario ya basta con subir a tu propio canal de Youtube una coreografía sin gracia emulando a Beyonce; que las canciones de Barrio Sésamo son útiles para torturar presos, que Anne Igartiburu no está nada oxidada, que Amar en tiempos revueltos es para siempre.

Y, sobre todo, de la televisión de 2012 aprendimos que tuvimos menos fracasos que en 2011; que seguimos evolucionando, avanzando, creciendo; que, aunque los tiempos no acompañen, esa ilusión tonta e intrépida por el futuro nos hará continuar creyendo en una televisión comprometida con la televisión, en una televisión mejor.

A por el 13.

@borjateran

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