OPINION

¿Qué le está pasando a la alicaída ficción nacional?

FAMILIA TELECINCO
FAMILIA TELECINCO

¿Qué está pasando con las nuevas ficciones producidas en España? Los últimos estrenos de series patrias no han conquistado una audiencia estable. Ni sus premisas, ni sus tramas, ni sus conflictos están enganchando al público mayoritario. Salvo contadísimas excepciones, cuesta mucho alcanzar triunfos como los de antaño o simplemente fidelizar espectadores más allá del siempre tan bien promocionado primer episodio.

Las cadenas se están viendo obligadas, por tanto, a estirar sus viejas series de éxito. Sólo hay una nueva producción que ha sido un gran acierto, Isabel, y retrocediendo un poco más en el tiempo, Gran Hotel y Con el culo al aire. También Amar es para siempre está aguantando el tirón desde su aterrizaje en Antena 3. Eso sí, es una secuela de otra veterana de eficacia más que probada: Amar en tiempos revueltos.

Familia, Fenómenos, Imperium, Toledo, La fuga…  Es larga la lista de últimos estrenos de ficción que cuentan con un desagradable elemento en común: han causado indiferencia, se han desinflado en segundos capítulos y, con el paso de las semanas, pierden un preocupante número de fieles. ¿Qué está sucediendo? ¿Un cambio de consumo televisivo? ¿La audiencia prefiere de nuevo los programas de entretenimiento antes que las series?

No vamos a culpar a la manoseada crisis también del fracaso de la última hornada de ficciones españolas, aunque probablemente el momento actual de desinversión publicitaria tenga parte de culpa, pues las cadenas se atreven a experimentar menos. Evitan jugársela. Y aquí está el problema transversal de nuestra ficción: no se arriesga. Nada. Ésta es una de las claves fundamentales de los fracasos.

Parece que las televisiones sólo encargan a las productoras historias y premisas que creen que funcionan, siempre refiriéndose a éxitos del pasado que funcionaron en su momento, pero ese momento ya pasó. Y la consecuencia es un déjà vu constante en el espectador, que se niega a dedicar su tiempo a pastiches y sucedáneos de series vistas.

Muchas veces, los mandamases televisivos se empeñan en mezclar en una coctelera clichés que ven como seguros, con tramas para seducir a toda la familia, enredos predecibles y despelotes varios. Otras veces también piden a las productoras que copien elementos de ficciones americanas pero "españolizándolos" o adaptándolos a nuestra idiosincrasia (Acusados contra Damages; La fuga contra Prison Break; Toledo contra Juego de tronos; El barco contra Perdidos). El resultado, aunque en los primeros capítulos se le cuele el gol a la audiencia, suele degenerar en despropósito que acaba acusando su falta de identidad propia.  Se olvidan estos mandamases de que la mejor fórmula para enganchar al espectador es una historia que le sumerja en un viaje tan original como imprevisible. En definitiva, hay que tirarse a la piscina.

Cada éxito y cada fracaso televisivo es causa de numerosos factores, muchos, pero hay siempre una esencia diáfana: la fascinación de la sorpresa, el magnetismo de lo nunca visto. Así consiguen los americanos sus series de éxito y de referencia mundial: arriesgando, reinventando géneros, rompiendo esquemas, permitiendo que los guionistas creen en libertad, dando de que hablar. Porque en esto, como en casi todo, más vale pasar con pena o con gloria que producir indiferencia.

Y ADEMÁS...

¿Por qué triunfan tanto las series de época?

El sexo como motor televisivo

La explosión de la Movida arropa 'Cuéntame'

Mostrar comentarios