OPINION

Un año desde el cambio de modelo de TVE: 12 meses de pérdida de audiencia ¿y de independencia?

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La evolución de TVE ha ido en paralelo al desarrollo de la propia sociedad española. La cadena pública, desde su nacimiento, es un reflejo de la situación de nuestro país.

El 21 de abril se ha cumplido justo un año desde que el Boletín Oficial del Estado publicara el Real Decreto-ley que modificaba el modelo creado, en 2006, para garantizar una televisión pública independiente del partido político que se encuentre en el poder. El gobierno suprimía, así, el avance democrático que obligaba a que el presidente de RTVE fuera elegido por el consenso de dos tercios de la Cortes.

Rápidamente, los peores presagios se hicieron realidad. La cadena pública perdía el mejor pilar que se había construido en los últimos años: la credibilidad de la audiencia lograda gracias a unos informadores, capitaneados por Fran Llorente, que, desde las entrañas de TVE, contra viento y marea, demostraron que se podía estar por encima de ideologías. Simplemente, posicionándose al lado de la curiosidad del periodista que busca responder preguntas, pensando en la pluralidad y utilizando los nuevos lenguajes audiovisuales para conectar, cara a cara, con el público. Esta meta logró que los Telediarios se situaran en un liderazgo de audiencia sin competencias.

Pero ese modelo de televisión maduro, sin trincheras, que bebía de la sólida estela de la BBC y que había costado tanto trabajo alcanzar, se esfumó a una velocidad de vértigo a partir del 21 de abril del año pasado. Aunque, a diferencia de otras ocasiones, algo había cambiado en la sociedad: parte de la audiencia se marchó del canal público al percibir un nuevo sesgo informativo y una metamorfosis retro a la hora de organizar los contenidos, pues los espectadores ya cuentan con herramientas complementarias para detectar más fácilmente cuando no les cuentan toda la realidad.

En sólo unos meses, los informativos sufrieron el desplome más rápido de espectadores de la historia de los Telediarios de TVE. Su credibilidad se tambalea y su nuevo director de informativos, Julio Somoano, evidencia un desconocimiento de los engranajes del viejo Ente y poca visión a la hora de tomar el pulso a las necesidades de la audiencia. No faltan los discursos oficiales del Estado o todo tipo de despliegues en el reciente cónclave para elegir nuevo Papa, pero, por ejemplo, no hay la misma capacidad de reacción en cobertura de manifestaciones sociales o otros acontecimientos de interés extraordinario para el espectador. De hecho, ninguno de los objetivos que anunció el propio Somoano en la rueda de prensa de presentación de la nueva temporada se ha cumplido: ni mantener el rigor de la credibilidad, ni mantener la fortaleza de audiencias.

El cese de la presentadora que mayor repercusión periodística estaba logrando en la cadena, Ana Pastor, fue el gran símbolo público de que el periodismo que hace preguntas sin cortapisas se había terminado en TVE. Con esta decisión, hecha pública el 4 de agosto, probablemente descasaban políticos de derechas... y de izquierdas. Pero esta y otras decisiones tomadas en la televisión pública ponen sobre la mesa la debilidad de un sistema que, en ocasiones, parece no creer en la inteligencia de la audiencia. De ahí el cacareado problema de la pérdida de confianza ciudadana (y, como consecuencia, también de los mercados).

TVE, REFLEJO DE LA SALUD DE SU PAÍS

Con Televisión Española hemos crecido, pero también Televisión Española ha crecido con nosotros. TVE ha sido y es un retrato rotundo de la evolución vital de este país desde 1956. TVE es una radiografía de nuestra propia salud. Es fácil ver reflejada la historia reciente de España en la pantalla de TVE: en los 70 acogió el aperturismo (con amagos del destape incluidos, a golpe de zoom), en los 80 se impregnó de la creatividad más atrevida y “movida”, en los 90 construyó un grand prix de derroche de espectáculo con toneladas de presupuesto, en los 2000 invirtió en las grandes series de audiencias millonarias y factura impecable... y ¿ahora? ¿qué pasa en la década del 10?

Ahora parece que TVE se ha quedado pérdida, bloqueada, quizá incluso como nosotros mismos, ante un futuro inestable, con unos responsables que parece que no saben, a diferencia de antaño, cómo se hace una televisión que esté en la calle, que conecte con la empatía del público, que es para quien se hace esta caja tonta que demostró ser muy lista: como propulsora de la cultura, de la información, de la formación y, por supuesto, del entretenimiento.

Los recortes presupuestarios no son excusa. En las ideas y el talento no siempre manda el dinero. TVE necesita descubrir que ya no se puede sustentar una parrilla con magazines estancados en reproducir fórmulas de otra época, hoy obsoletas. Y es que, para salir de este atolladero, TVE necesita romper con los clichés de cualquier herencia recibida y recuperar su apuesta por ideas de verdad, pasión de verdad, calidad de verdad, creatividad de verdad, confianza de verdad, como también lo necesita nuestro propio país:

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