OPINION

¿Son así de verdad los concursantes del programa 'Un príncipe para Corina'?

UN PRINCIPE PARA CORINA
UN PRINCIPE PARA CORINA

Los trucos del montaje televisivo pueden convertir a cualquier persona, por aburrida que sea, en todo un personaje surrealista del que reírse.

Desde hace dos semanas, lo más comentado de la noche de los domingos en Twitter tiene nombre propio: Un príncipe para Corina. Se trata de un programa que busca al príncipe azul de una bella joven. Pero el espacio no se lo ha puesto fácil a esta atractiva princesa. Los aspirantes son una panda de pintorescos personajes que despiertan el chascarrillo constante en la red social por sus salidas de tono.

Los tuiteros nos reímos de estos personajes, pero no nos damos cuenta de que todos podríamos ser uno de ellos. Y es que el arte del montaje televisivo puede convertir a una persona cualquiera en el mayor de los freaks. Y en la productora de este formato de Cuatro, Eyeworks-Cuatro Cabezas que también está detrás de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? o Pesadilla en la cocina, son expertos en las artimañas de la postproducción televisiva.

Aunque, en Un príncipe para Corina, el montaje de imagen y sonido va un paso más allá en el género del reality, tanto que el programa casi se convierte en una ficción perfecta. Porque el gran éxito del show es que logra producir carcajadas constantes. Y esa es la finalidad principal: que el espectador se ría de estos personajes. La productora sabe sacar jugo de cada uno de ellos, e incluso de la propia Corina, que tampoco se salva de quedar retratada como una muchacha caprichosa y, en ocasiones, no mucho más lista que sus pretendientes. El resultado es que los protagonistas son mostrados como patéticos seres que parecen sacados de otro planeta, cuando son personas más normales de lo que parecen y, probablemente, son los primeros que quedan estupefactos al ver el resultado creado por obra y gracia de la ‘magia’ de la tele.

¿Cómo se consigue metamorfosear la realidad y potenciar el perfil disparatado de los miembros del cásting? El programa reordena con atino las horas de grabación a sus anchas y saca de contexto las imágenes. De esta forma, introduce insertos de reacción absurdos e hilarantes en el instante adecuado, aunque se hayan producido en otro momento... Casi todo vale para impulsar las tramas o conseguir la gracieta más jocosa.

Los vídeos de presentación del primer programa fueron piezas magistrales a la hora de convertir unas entrevistas insípidas en pura comedia. El desconocimiento del medio de las víctimas -o, en su defecto, sus ansias de triunfo en la pequeña pantalla- provoca que se dejen disfrazar -impagable el que se dejó disfrazar de muñeco Ken- y que obedezcan casi cualquier "directriz".

Y así se propicia que los concursantes suelten la frase más rocambolesca o ejecuten poses absurdas durante las grabaciones -como poner morritos o sacar músculo- que luego son usadas, con mucha visión, como insertos perfectos para cualquier momento del programa. Los silencios con cara de circunstancia entre pregunta y pregunta también valen. Y algunas frases absurdas se utilizan como gag recurrente. El guapo de turno sólo dijo una vez que tenía los labios carnosos, pero se mete ese audio en múltiples ocasiones para hacer la gracia recurrente y fortalecer el perfil del concursante guaperas creído. Y así con todos.

Y es que luego siempre se puede poner un efecto visual dibujado o una música para acabar de envolver al personaje en el surrealismo apoteósico. El equipo del programa sabe incorporar a la perfección el soniquete adecuado para cada acción: si se peina un concursante recalcamos el instante con un sonido que ridiculiza el momento o si aparecen los nerds ponemos la música de la serie Alf, que tan bien contextualiza el concepto atontado de lo que significa ser un nerd. Las imágenes se montan con una ironía adictiva, aunque en el camino se sacrifique la dignidad de los protagonistas. Eso es lo de menos.

Pero estos gags a base de sonidos, efectos y montaje frenético no valen aún para toda la audiencia, hay un parte del público objetivo que no los comprenden todavía. De ahí que, aunque en la red social el programa arrase en comentarios maliciosos entre un tipo de espectadores muy acostumbrados al chascarrillo internauta, en las audiencias del prime time los resultados de Un príncipe para Corina no han sido para tirar cohetes.

Mención aparte merece la presentadora de este percal, Luján Argüelles (rebautizada como Bruján Argüelles por los rótulos del espacio), que es el contrapunto perfecto para meter cizaña en todo este juego televisivo en el que un guion prefabricado subordina la realidad a las reglas del show. Son las trampas de la pequeña pantalla. Y es que, digan lo que digan, en la televisión casi todo es mentira.

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