OPINION

MasterChef, un éxito cocinado a fuego lento

MASTERCHEF TVE
MASTERCHEF TVE

Nació desapercibido para el gran público, pero el formato de TVE ha sabido crecer hasta convertirse en líder de audiencia.

MasterChef, el reality de aspirantes a chef, se ha convertido en lo más visto de los martes y ya es un triunfo para TVE. Anoche, registró un excelente 17.7 por ciento de share con 3.438.000 espectadores.

Pero MasterChef no siempre ha cosechado estos datos. De hecho, empezó flojo de audiencia. No obstante, los responsables de TVE hicieron bien su trabajo: no se pusieron nerviosos, confiaron en su formato y movieron el programa a otro día de menor competencia para protegerlo (y, de paso, aprovechar el tirón de los partidos de la Liga de Campeones de los martes). Sin prime time fuertes en Telecinco y Antena 3, la estrategia funcionó.

Así, MasterChef ha ido sumando fieles cada semana. De pasar inadvertido inicialmente  a ser un buen estandarte de la actual parrilla de Televisión Española. Y es que el programa ha sabido crecer, cada semana, aprendiendo de los errores.

Contraindicaciones de los primeros programas.

El estreno de MasterChef aterrizó en La 1 con un guion cargado de tensión que parecía más de morbosa cadena privada que del espíritu propio de un canal público. El sufrimiento de los concursantes y la ‘mala leche’ de los miembros del jurado, formado por Jordi Cruz, Pepe Rodríguez y Samantha Vallejo-Nájera, parecía la obsesión del programa.

Esta obvia táctica de camelar al espectador, a base de tensión, se volvió en el principal enemigo de la calidad del espacio. También el ritmo frenético fue contraproducente en las primeras emisiones -el ritmo es importante en televisión, pero no hay que confundir ritmo con velocidad. Son dos cosas diferentes-. La obsesión por el ritmo puede matar el clímax de los programas.

Y en busca de ese ritmo, ese conflicto y de mantener la tensión, los miembros del jurado quedaban retratados como sumisos del pinganillo y de un encorsetado guion que mataba su valiosa espontaneidad personal. Despertaban demasiado mal rollo. Y en televisión es más importante la ilusión que la tensión. Y más en estos tiempos. Y ese fue el problema de MasterChef: sobredosis de presión que se olvidó de la pasión optimista por la cocina.

Cásting y realización, aciertos.

Pero, con el paso de las semanas, el programa se ha dado cuenta de que había que humanizar a los miembros del jurado. El público ha ido conectando con ellos y con los propios concursantes, los grandes protagonistas del show.

El mayor acierto de la versión española de MasterChef es el cásting y la realización, a cargo de Luis Campoy, que sabe comprimir todo lo que sucede en el programa con una maestría absoluta. No obstante, Campoy es uno de los grandes realizadores de la historia reciente de Televisión Española. En MasterChef, realizado en los Estudios Buñuel, ha logrado una modernidad visual, a través de un atractivo compás de planos y encuadres, que narra la historia con emoción y elegancia. No era sencillo planear las posiciones de cámara hasta mejorar la factura visual del formato americano.

Pero que nadie se engañe, MasterChef no es un programa de cocina al uso: muestra la evolución y superación de unos concursantes que siempre soñaron con ser chef. Mostrar cómo se realizan los platos no es primordial en este formato, aunque el programa ahora deja ver más el proceso de cada receta, con ayuda de la explicación de Eva González, que también ha evolucionado (a mejor) como presentadora. No se podía hacer un programa de estas características culinarias sin dar algunas pinceladas de cómo se guisa el resultado. También en esto último el programa ha avanzado.

El progreso de MasterChef demuestra que también en televisión la cocina a fuego lento, sin prisas y aderezando bien el producto, puede cosechar apetitosos resultados. Y es que el programa ha ido creciendo con el paso de las semanas, poco a poco, ingrediente a ingrediente, hasta convertirse en un éxito merecido y digno para TVE.

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